domingo, 24 de marzo de 2013

Sinfonia con con hembra divina Opus 56


¿Ustedes leen algo serio? Serio. No estas cosas del internet. Ni la eyaculación twittera, ni el canto cisnico del feisbuk. Serio. Online también. Que hay blogs intelectualmente hermosos. Más hermosos que la pornografía editorial. De los múltiples obreros del pensamiento…

Pues si usted lee no se le habrá pasado  desapercibida la polémica que se han montado las hembras nórdicas sobre el uso de su apariencia en la guerra. Lo de la guerra no es mío. Es de ellas. Mantienen, algunas, que están en guerra contra el macho, el hombre, el patriarcado.

Pues nada, resumiendo con la infantilidad del falo portante, falto de matices pero dando con el martillo en el clavo: unas reivindicas vestirse de hermosura y otras, vestirse, eso sí, de lo contrario. De momento creo que ganan las primeras visto el uso que hacen las señoras de los trapos.

A mí, que ni me va ni me viene, o si, me emociona la diatriba. Es oportunismo profesional. No crea. Al día de hoy, soy el único tío que trabaja entre 8 a 10 horas al día entre una masa de féminas, ochenta y tantas. Debería escribir un libro. Contándoles a ellas con son,  "ellas". Creo que podría retirarme.

No crean que es rencor. Me va de maravilla entre tanta prolactina andante. No me quejo. Pero mienten, todas, más que el presidente de mi patria. Que jamás ha dicho una verdad en su vida; el frijolito ese. Ellas tampoco. Nos intentan dar una imagen de las hembras que no se corresponde con lo que ellas hacen todos los días. Que si, que si somos una cosa insoportable, testosterona andante, aventureros e irresponsables, etc, etc. Pero ellas, las tan puras, ¿saben ellas como son? No lo piense.

Conste que el análisis lo hacen ellas. Hoy me explico con un ejemplo una de mis colegas: Las femeninas del hospital se ponen de tacón alto para gustarle a Manolo; reconocen. Las feministas, que niegan a Manolo a muerte, se suben al mismo tacón, para encabronar a las otras. Lo consiguen más eficazmente cuanto más Manolo se fija en ellas. Conclusión, Manolo no solo es útil como bolsa de semen, es necesario en la lucha por el poder. Seguí platicando hasta que me di cuenta que Manolos son tipos como usted y yo. Tienen razon. Somos unos inutiles. 

Pues eso, la portada ya la tengo, ahora ponerme al teclado y no vean como las voy a hacer danzar.

El puerto viejo de Zierikzee


Volví antes de que la gripe me dejara tirado. Allí ya poco queda. Fue puerto dominante de Zelandia. Tierras de reformados ricos, explotadores de subhumanos, negreros que se forraron transportando morenos cazados por los árabes en el golfo de Guinea. Es lo que unía a calvinistas y musulmanes: no todo ser bípedo era humano. Poco han avanzado desde entonces. Ambos grupos de mentecatos sostienen todavía que si no eres de su corriente no eres nada.

Camino de la nada van en Zierikzee. La modernidad los dejo de lado. El agua se los llevo ya que tenían los pies firmes en arenales. Poco afianzamiento. De financias dejaron de saber cuándo tuvieron que cambiar el ganado bípedo por las ovejas de los escoceses. Hoy la lana barata llega de Australia por el puerto de Rotterdam, siempre abierto, siempre con suficiente calado.

Intentaron vivir del mejillón, las ostras y las langostas. Las ostras no saben a nada, los hundió la competencia con el francés de Arcachon. Se fueron a Galiza Ceive a copiar el modelo de los galaicos, olvidándose lo esencial: las rías. Hoy el mejillón ya no lo quieren ni los belgas que buscan lo barato. Lo dan regalado en los supermercados holandeses, pero ni al público propio, poco dado a los productos de la mar, motivan. Lo de las langostas no paso de sueño de noche de invierno. Le pusieron el precio a nivel de, olvidándose que con el mismo sabor, ninguno, se las ponía en la tienda a mitad de precio el canadiense de San Juan.

Hoy están con el siguiente invento: llenar el puerto viejo, vacío, de carcasas flotantes de viejos veleros para reconvertirlo en museo marítimo. Todavía no han encontrado el modo de motivar a los alemanes del Ruhr que viajan regularmente a la costa holandesa a mojar los pinreles. El museo está permanentemente vacío.

Pues nada, entre tanta miseria pensara usted que todo es depresivo. De eso nada. El turismo tranquilo de los holandeses llena las plazas y calles de un pueblo que aunque reliquia sigue siendo hermoso. Quizás por eso. Por allí, a desmano, nadie va. Aunque tenga cerca las mejores playas del Mar del Norte, el último paraíso salvaje del delta del Rin, el mar de Grevelingen.

lunes, 18 de marzo de 2013

Borracho llego pero rosas traigo yo

 

Se lo cantaba a la ninfa de las piernas de gacela. Allá. Hace montón de lunas. En los canales de Utrecht. Cuando traíamos todo y nada. Desde una rosa hecha de servilleta de papel como nos enseno Luis en las rúas de Compostela, hasta una bicicleta expropiada y necesaria que  sin dinero también hay lo del prójimo.

Las hay más civilizados. Algunas incluso hermosas. Como el muro que se han organizado para los pudientes a la entrada del TEFAF en Maastricht. ¡Fíjese bien en la foto! En el tamaño de las flores. Todo un círculo de capullos de rosa rosa rosae rosa. Nada de plástico ni imitación que valga. Rosa pura. Para declararle amor a la amada.

Cuando va y le suelta a otra hembra que contemplaba los capullos: ¡son de verdad pero huelen a perfume artificial! Y marcharon prestas dándole la espalda al pontifical muro.

¡Fíjese bien cuando les traiga rosas!

Los destrozos del salitre

 
 
Podría ser un cuadro de esos que le gusta a la princesa que mantengo hasta que vuele uno de estos días. La cosa moderna. O como ella dice: Pá, lo viejo ya no se lleva. Para hacerme luego, las contradicciones en el seno del pueblo –Mao Ste Tung-, perder horas mientras que espero a que ponga patas para arriba una de esas tiendas donde venden lo de ayer en cualquier calle de Ámsterdam. No disimule. Que si le digo que es la última creación de Tapies o, más, von Pastajansaman, seguro que cuela.
Es la creación del Mar del Norte, ribera de Greveling, tierras de la Zelandia traficante y bucanera. Unos pocos meses de verano bastaron para comerse los ánodos del trinque. El mismo tiempo que le llevo al mar hacer desaparecer la pintura biocida. La que no funciona. Ya que los mejillones se cuelgan de cualquier lado. Por no hablarles de las lapas, babosas marinas, metáfora primitiva y certera del capital.
Véalo con optimismo. Incluso en los meses de invierno, cuando el mar no está para nadie, sigue siendo lo de siempre: arte.  


domingo, 17 de marzo de 2013

TEFAF Maastricht





Es la mejor feria de arte de Europa. Probablemente la mejor del mundo. La idea es bien sencilla. Solo pueden exponer un grupo de galeristas escogidos. No solo por sus amigos, que los tendrán. La cuestión fundamental es que todo lo que se exhibe debe ser de calidad contrastada. La calidad no se define solo porque no vendan por oro lo que es de polilla. También se evita que se vendan piezas de dudoso origen o manifiestamente robadas como, p.e. en Irak.

La distinción se ve si la compara con el Brafa bruseliano. Menos dado a mantener moral calvinista. Mientras que en Bruselas se exhiben sin pudor las tallas expropiadas por los listos norteuropeos con la colaboración de los portacasullas locales en el sur de Europa, en Maastricht no se ve una. Solo joyas reales de toda Europa. Cuadros de pintores consagrados. Muebles de diseño perfecto. Algún pergamino para enmarcar.  Alguna chineseria. La calidad de lo expuesto lo invade todo.

Claro que usted allí no hace nada. Los precios de los objetos que se exhiben no están al alcanza de ningún asalariado como usted o yo. Incluso intentan disuadirnos que vayamos a verlos. Les estropeamos la fiesta a los ricos;  tanto pueblo. La medida es fácil: 55 euros la entrada. 20 a los niños. 90 la pareja. 12 aparcar... Esta a rebosar de pueblo y compradores. Hay quien ahorra todo el año para poder ir. Lo que allí se ve raramente se colgara de las paredes de un museo.

Confieso que con la deformación profesional que uno tiene, lo que me va es hacerme con un blanco, a buen precio, y contemplar el discurrir del pueblo. Llega la masa de invitados holandeses. Esos a los que les ha regalado la entrada la empresa, ya que si no no van. Todos viejos. Ellos de traje y corbata impecable. Ejecutivos que se han puesto el traje de diario en domingo. Ellas, marujas nórdicas. De permanente bien puesta, gafas rectangulares como manda la moda del mal gusto. De colores. Patean un poco, saludan a los amigos, se cuelgan pronto del bar del champan y ostras, que la cultura no crece en dos dias.

La burguesía ilustrada, los profesionales que dicen ahora, también se han vestido de domingo. Ellos con sus fulares multicolores. El pantalón rojo, el pañuelo exuberante en el bolsillo de la americana. Ellas primorosas, delgadas, de punta en blanco. La que posee piernas hermosas las enseña en minifalda independientemente de los años, con botas de caballería y aquí estoy yo que se que ese gordo es un Botero.

Los irredentos intelectuales han tirado la casa por la ventana y arrastran a la prole que, cultura de biberón y cuchara, mira y preguntan a mama que lo sabe todo. El psiquiatra descubre las anoréxicas entre las galeristas y el publico. Los compradores van de viejo. Ojo avizor no pierden una. Son los enterados que miran, remiran, preguntan, y vuelven. Visto los puntos rojos adosados a las obras de arte los capitalistas del mundo no están en crisis. Del mundo. Hoy en Maastricht se hablaban todos los idiomas del mundo, si también el de la su patria.

Es un robo, por eso no se lo recomiendo, pero si la casualidad le acerca a estos pagos, piénselo. Mientras, de consuelo, le dejo los dos videos que he robado del sitio del TEFAF. Algo si hay que reconocerles: otro año mas han hecho un excelente trabajo



sábado, 16 de marzo de 2013

Mitos cerveceros: la asquerosa cerveza alemana de Colonia




 
Nos vamos a poner serios ya que el mundo se ha puesto en plan relativista. ¡Insoportable! Mire oiga, la música barroca es superior a la clave monocorde china. En esa civilización todavía están esperando a que nazca un Mozart. Los árabes que en su tiempo llegaron a dedicarse con cierto éxito a las letras y la arquitectura, se cayeron hace tiempo del camello. Siguen sin encontrarse. Es lo que hay y si usted lo  niega pasara irremediablemente a la categoría de los “distintos inteligentes”

Lo mismo pasa con la cerveza. Hay elixires supremos. Producto de dioses. Los que elaboran los monjes trapenses belgas y, una, solo una, abadía de los mismos  en Brabante del Norte. Hay unos cuentos artistas checos. No hay más. El resto son soles en medio del pantanal. La Pelforth normanda, la Estrella galaica, la Dark Lord Imperial Russian stout yanqui, la Narke Kaggen Stormaktsporten que se atizan los suecos, esa cosa imposible con más sabor a coñac que a cerveza que hacen en el puerto de Boston bajo el nombre de Samuel Adam’s Utopia…pero alemanes, no.

No incordie. Los alemanes nada. Mierda pils, mierda blanca. Por mucho que ahora nos intenten vender la cerveza de Colonia, la Kölsch, menos marga, mas aguada, mas nada.

Entiéndame bien. Hay algún alemán que hace elixires maravillosos. Como la Schlenkerla Lentbeer que solo elabora durante la cuaresma una familia de Bamberg y que está entre las cinco mejores cervezas del mundo. Pero eso no es lo que se vende como cerveza teutona.

Puede usted gastarse los dineros en cualquier cosa importada de Alemania. Tirara el dinero. Beba lo bueno que tiene en casa. Seguro que le sabe a más. Si por algún trauma de niñez no lo soporta, esconda la botella. Al fin y al cabo la cerveza hay que beberla siempre en vaso, con la única excepción consentida de la Coronita mexicana, refresco de verano

El pelotazo de los museos: El ejemplo aleman: Colonia




Ustedes ya conocen la receta, ¿no? Se saca un montón de pasta de la que pagan hacienda son ellos, nosotros. Se contrata a un arquitecto de estos que hacen filigranas y castillos en el aire. Se lleva a los plumillas a comer al restaurante de turno para que loen el nuevo cultivo de las neuronas de los padres de la patria de ellos. A los que viven de la blogeria se les trae en autobús para dar la nota indi. De guinda, se contrata como director  a un moderno con gafas de pasta y fular de Máximo Dutti que diga frases en ritma y sin ritmo. ¡Un pastón!, pero valió la pena, dirán tras las elecciones.

Ninguno tiene colección. Dos cuadros mal colgados en unos muros de  blanco virginal. Para dar el pego y evitar que el plumilla resentido se vengue en la hoja parroquial no invitada a los modernos juegos florales, se intercambian las exposiciones como cromos. Siempre organizadas en base a los préstamos de la mafia de amigos… ¿No me diga que no les suena? Los hay a cientos, en cualquier lugar, en cualquier país.

De vez en cuando sale algo más puesto. Son las colecciones que crearon algunos industriales europeos en base a las plusvalías robadas. Esas colecciones se han ido asentando en distintos pueblos europeos a base de ingestas inyecciones de dinero acompañadas del silencio cómplice del no ver, no preguntar.

Colonia es la muestra de los dos modelos. El museo Ludwig fue instalado en un edificio construido por los arquitectos Busmann y Haberer. Es un edificio exhibicionista. Como ya les conté estos días es también la historia de un fracaso. En sus suelos alberga también la imponente sala de conciertos de la  Philarmonia, que sucumbe bajo las pisadas de los paseantes. La colección de la familia Ludwig, a pesar de los nombres de Picasso, Matise, Klee, Beckmann, la avant-garde rusa, etc, es ínfima. El edificio si debe verse. 

Un poco más lejos, cerca del ayuntamiento, medio oculto, se encuentra la mole del    Wallraf-RichardtzMuseum- Fondation Corboud. Una pequeña colección de flamencos y holandeses, incluyendo a Rembrand, acompañan a Rodin, Renoir, Degas. Es el museo más didáctico que me he encontrado en mi existencia. Con excelentes explicaciones para adultos; con un perfecto sistema para que los niños se interesen por la pintura. Debería de ser de visita obligatoria para estos modernos parientes del alcalde que nos organizan los  museo- espectáculo  modernos; a ver si les pega algo.

Si usted disfruta de las piedras y su repetición hasta el aburrimiento, debe ir a ver el museo donde los alemanes amontonan toda piedra que los romanos dejaron alguna vez por las orillas del Rin. Por cierto, como en Alemania nada es gratis y para que no se muera del susto, sáquese un billete para ver todos los museos de una vez. Paga uno y el resto, eso, al aire


 




La hermosura de las cosas sencillas: Iglesias de Colonia




 
Los pueblos mal educados se rigen por la regla del tamaño. Los nuevos ricos también. Los pueblos capitalistas –no confundir con países- exhiben el tamaño como adolescentes derrotados mentalmente por la testosterona. Son las catedrales de culto europeo. Las que enseñan las guías de viaje, los libros de historia, los videos del national geographic, las mentiras de la televisión imperial. Siga creyendo hermano.
La vida, siempre, va por otras rúas. Es como buscar el modelo único y exquisito en una tienda de Zara. Claro que para encontrar hay que patear. La búsqueda sigue siendo el motor de la historia. El ir mas allá. El recorrer caminos que nos lleven a otros lados, el reino de los deseos o de los sueños si usted, romántico, prefiere.
En Colonia, como en cualquier otra villa, hay iglesias mucho más hermosas que la imponente catedral. No solo hermosas en la arquitectura. Profundamente hermosas en todo lo demás. Les enseñó un par de fotos de la Iglesia del Convento de San Martin. La antigua abadía benedictina ha sido tomada al asalto por la comunidad de Jerusalén como en otros muchos lugares en Europa. Por ejemplo en el monte San Michel en la frontera normando bretona, eso que los iletrados llaman estúpidamente Francia. Los jeruselianos, machos y hembras, una revolución en la sagrada separación de sexos que todavía siguen imponiendo los vaticanistas, se empeñan juntos y revueltos en construir lugares de reposo, sosiego, tranquilidad, reflexión, oración si usted todavía cree, en medio de la maraña del mundo. Son periféricos. Lo hacen muy bien,
Colonia tuvo doce iglesiasromanicas que fueron destruidas por las bombas en la segunda guerra mundial. Han hecho lo posible por reconstruirlas. De lo conservado se deja ver el gusto de los tiempos. Cuando lo que primaba era el contenido y no el continente. La calidad de la idea y no las flores del envoltorio que poco dura.
Si va a Colonia patee y búsquelas. Da que ver. Y no se olvide lo que todo el mundo sabe. Lo que da más placer no es la más grande si no la más hábil.


domingo, 10 de marzo de 2013

Mas candados del amor










Para no confundirse: el enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. Nos lo conto el señor Sthendal de pequeños. Cuando leíamos la excelente edición de “Del Amor” publicada en Alianza con prólogo de Ortega. Luego la vida vino a demostrarlo. Siguen sin querer enterarse.

Alguna vez les he contado en esta hoja la moderna costumbre de los enamorados de encadenarse en los puentes mientras polucionan tirando las llaves el rio. Paris, Florencia…Como no podía ser, lo más bestia, eyaculación de poderío, es el muro de la imbecilidad que se han montado en el puente del ferrocarril a la salida de la estación de Colonia.

No son solo alemanes, no crea. Los hay de todas las nacionalidades posibles. El toque de lujo solo se nota en los espabilados ferreteros que gravan los nombres de los amados al instante. Aunque como siempre, los elegidos, busca el modelo distinto. Los sibaritas lo  imposible. Tómese el tiempo y repase las fotos que les he puesto. Hay de todo.

 El puente sobre el Rin es gigantesco. Esta lleno a más no poder. En días soleados una masa se mueve mientras contempla los candados como obras de arte. Es la nueva cultura. Lugar de culto más concurrido que la cercana catedral. El espectáculo también da para vivir los dramas de la vida. Los padres que cuelgan unas rosas por los fenecidos  tras buscar  el cando imposible. El que contempla que el candado sigue cerrado pero más no hay.

Entre el traqueteo de los trenes, las gaviotas que vuelan bajo, el curiosear de los ociosos, las terrazas en la ribera que invitan a sentarse, llévese a Sthendal para leerlo al sol y que no lo engañen. ¿Atar? Al amado. No al puente

Comer en Alemania





Pateando por Europa todavía es posible alimentarse sin que te arruinen. Al menos en los países serios. Con una barra y camembert del bueno me he alimentado muchos años. Puede tirarse al plato del día y pensar que es sabroso. Cualquier francés que se precie le ha puesto una cucharada de crema fresca a la sopa. Incluso por nada le dan un trozo de pescado bien cocinado, que los mares aunque menos siguen dando.

Los nórdicos y escandinavos por nada no dan nada. O lleva bolsa o da el hambre. Por lo que los holandeses le cobran por un bocadillo se da una cena opípara en la tortillería de su pueblo; un ejemplo

En Alemania tienen otro estilo. Lo suyo es lo bestia. Carne de lo que sea, patata y legumbres. De esas que le segregan el ácido gástrico ulceroso. Pero carne al fin y al cabo, que hay que matar el hambre pasada aunque usted este rebosante.

En cualquier cervecería alemana podrá usted alimentarse por módico precio. Le pondrán una cerveza que no es de elixir, y coma. Bebiendo. Si se descuida lo habrán emborrachado al segundo bocado. Cada vaso vacío se cambia a ritmo vertiginoso. Llámele eficacia alemana. Yo le llamo la máquina de vender. Beber. Consumir.

Las cervecerías alemanas están cortadas por un patrón fijo. Se anuncian como antiguas. Algunas lo son. Todas en el decorado. Las de verdad producían en su tiempo la cerveza que venden. Hoy son casa de comidas. Si en la guía dice que está a rebosar suele ser cierto. Van los locales. Ofrecen carne buena y ambiente inmejorable. Estos inventos no están hechos para el turismo.

 Entre y espere a que haya un sitio libre. No busque la mesa. Siéntase y pida. Lo que ve es lo que hay. Silla libre comida que se da. Hermandad obrera unos junto a otros. La conversación del vecino no es interesante. Se trata de saber de qué animal procede este codillo. Si, de cerdo, ya se sabe. ¿Seguro?¿Usted se lo cree por 12 euros alemanes cerveza inclusive?



Interioridades de la catedral de Colonia





Los monumentos son como la política. El pueblo contempla el envoltorio pero a penas percibe lo que ocurre en el interior. Mucho envase, poca substancia. Posiblemente tenga que ver con las prisas de la modernidad. Ya no hay tiempo para mirar. Menos para viajar. Solo hay que leer los miles de blogs que se acumulan en la red donde turistas intrépidos colección destinos a golpe de mapa. Han estado en todos los lugares, no han visto nada.

La catedral de Colonia da para más de un día. Como a los grandes edificios se le pueden ver sus submundos. No hay más que sentarse y contemplar. Mirar el discurrir del día. Sus compatriotas los turistas ofrecen espectáculo, pero el más divertido es el que nos representan los vividores del edificio. ¿O usted es de los que piensa que solo en Compostela se mete la mano al peto de las ánimas?

He estado pocas horas, pero puedo escribirles un libro. El monaguillo mayor lleva pendiente de pirata en medio de la campiña. Tiene pinta de haberse confundido de destino. Quedaría mejor de portero de un tugurio de rock, pero pide para la santa. El otro, el ninfo que lo sucede, es manifiestamente el favorito de la curia. Siempre pederastas estos tipos.

 
¿Sabe usted por qué siempre, en cualquier lugar, la catedral está consagrada a una virgen pero el populacho incordiante se empeña en rezarle a otra? Aquí también. ¡Mírela! Y si duda de la tesis, vaya a dar una vuelta por Compostela, para comprobar que a los locales el apóstol solo les da euros. El resto se mete en la capilla de A Corticela y reza con pasión a una virgen tan fea como eficiente; incluidos estudiantes racionalistas en apuros.

Sigamos en Alemania: toda iglesia de pro tiene que tener reliquiario. Algo en lo que descreer. Lo bomba es cuando se puede seguir vendiendo al pueblo más allá de la existencias. Como ya todos llevan la sabana de cristo colgada y no hay que exagerar en los metros, aquí te fotografían el cajón de los reyes magos y te lo venden en bola de resina pulida. Es más ecológico y mata menos que llevarse el granito de la catedral a golpes de martillo. Pero para eso hay que ser, evidente, alemán.

sábado, 9 de marzo de 2013

Todavia quedan heroes en Europa: De Londres a Istambul

La catedral de Colonia




La catedral de Colonia es monumento consagrado. Ahora, de moderno, se dice patrimonio de la humanidad. Suena más liberal, menos absolutista, mas todo es posible. Da el pego.

Da muchos euros. Es visitada a todas horas por los muchos de turistas que arrastran el lorcho por las calles de Colonia donde poco monumento hay que ver. Se los llevaron los aliados por delante en la segunda.

Es el símbolo del poderío católico en Alemania. Donde son muchos. Y poderosos. No se olviden que hasta han dado Papa dimitido, por lo que todos los sur europeos estamos condenados a aplaudirlo aunque fuera un racionalista reaccionario.

Publico creyente queda poco. Acudí de domingo a la misa de 10, que los alemanes son madrugadores, y solo había mayores y, dos, piadosas. A los turistas nos expulsaron las tropas de casulla del templo. Sigue siendo suyo. Aunque le paguemos notros el sueldo y la manutención. Imposible que algún día algún político tendrá que explicar.

La historia de la construcción de esta maravilla arquitectónica es la transmisión en directo de los pasos de cangrejo leninista de un burgo, una burguesía, unos obreros, un país. Léala si tiene tiempo.

Si va, patee sus pasillos para contemplar los bajos del órgano o donde la leyenda dice que están las reliquias de  los reyes magos de oriente. Si, esos tipos que si la jodes en vez de regalos te traen carbón. Los que nunca traen lo que queremos. Los que mantienen que educar es frustrarse progresivamente. Un día sí y otro también. ¿Comprenden? Aunque sea una joya, una preciosidad arquitectónica, allí, entre sus ventanales tan hermosos como terroríficamente violentos, solo cabe mantener que aunque solo sea metafóricamente, la iglesia que más ilumina es la que arde.

Por cierto, aunque quedaba al lado de uno de los puentes vitales del Rin no fue destruida por los bombarderos aliados durante la segunda guerra mundial. Por eso, porque hay pueblos y tribus.

Para combatir el frio: Fjällräven Polar 2013


Globetrotter


Sobre perversiones, de lo que quiera. Cada uno con la suya y casi siempre múltiples. No crea usted que solo se trata de los que eyaculan mirando las bragas de la vecina detrás de unos prismáticos. Tampoco de los que se esconden detrás de dunas y matorrales. Ni me refiero a los que lo hacen en público y se pasan horas masturbándose con la contemplación de sellos variados, monedas etruscas, fotos de cachalotes, pájaros a la deriva, mariposas de flor en flor, primeras ediciones de los presocráticos, las mejores fundas de LP’s, muñecas  en traje regional, la pornografía legalizada de Taschen….

Yo también tengo varias. Alguna es pública y conocida. Meterme en las tiendas de material para viajar al fin de la esquina, el primer semáforo, el primer mundo. A ver lo que jamás compro ya que el racionalismo me impide despilfarrar lo poco que tengo. Es más, el único objeto adquirido por vicio inconfesable es un tenedor de titanio que se pliega y se mete en el bolsillo para comer sardinas sin pringarse los dedos cuando hay pan de Neda al alcance. ¿Pero mirar, mirar?, eso.

En Colonia hay una tienda de la cadena alemana Globetrotter de no sé cuántos pisos, la catedral de la aventura y el viaje. Vende todo lo que se le puede ocurrir a usted y más treinta inventores. Para despertar tiene una habitación donde cae agua a chuzos para probar la impermeabilidad de telas y botas. Un muro para entrenarse en la ascensión al Everest, un estanque para navegar entre procelosas aguas…

Estaba a tope. Todo un día de sexo placentero gratis. Pues nada, una bolsa para viajar a Tombuctú sin que llamen la atención a carteristas y jode eventos no te venden estos especialistas de la aventura. Todo diseño, todo light, todo fibra. Hace falta ser anticuado para buscar una bolsa de lona de las que resiste todo. ¡Si eso ya ni en la mili se lleva!  Pero ver, ver… ver e non tocar e como beber sin tragar

domingo, 3 de marzo de 2013

La incompetencia alemana


 
Si usted ha picado en el anzuelo ya es hora de que se suelte. El país más poblado de Europa no es el paraíso terrenal. Llevan los pantalones tan meados como el resto. No lo duden.

Hay quien ni en el norte ni en el sur ha entendido que la diferencia entre los pueblos barbaros del norte y las tribus bárbaras del sur se basa en un solo punto: El grado de mangancia. Mientras que la barbarie nórdica roba con mesura y precaución, las tribus del sur meten mano hasta que de tanto pulir hacen agujero. Si lo duda, viaje y vea. Sin olvidar que unos y otros cultivan con pasión la barbarie, lastre que en 21 siglos de historia no han soltado.

Podría darles millones de ejemplos pero ayer, pateando Colonia, nos encontramos con una incompetencia de carcajada. Cinco uniformados, cinco. Cinco salarios. Evitando que la masa andante paseara por la plaza. Que se equivocaron en el diseño.

Si usted patea el empedrado podrán oír los burgueses renanos sus pasos en vez de las filigranas violinistas. ¡Ayer había opera!

Ya ve, no se fie de las fotos imponentes, eyaculadoras, de una sala de conciertos exhibicionista siempre llena de viejos a rebosar. Se les olvido un pequeño detalle. Sus pasos de viajante o turista bocadillero. De joven desocupado. De tortolitos metiéndose mano mientras contemplan el discurrir del Rin. De corredores jodiendo las rodillas a todas horas. De madres recién alumbradas…

¿Qué tocaban? Imposible saberlo. Ellos podrían oírnos. Nosotros a ellos, nada.
 
 

Colonia la rica



Fui a Colonia. No lo haga. Allí no se le pierde nada. Al menos no hay nada de eso que se llama memorable. De lo que recuerda dos minutos antes de pasar al camposanto. Todo lo más un punto que borrar de la lista como ahora hacen las masas de viajeros que nos cuentan que ya han violado otro destino más. Como si orgasmos o coños de vírgenes coleccionaran. ¡Pueblo!

De camino nos sacó la policía holandesa de la autopista haciéndonos rodar por esas pistas rurales bien asfaltadas que enseñan que son un país serio. Tanta precaución, dice al minuto la radio, para evitar que respiremos el posible asbesto que se ha desprendido en el incendio de una granja de cerdos al lado de la autopista. Al final del mensaje informativo, como quien no quiere la cosa, estamos en el norte de Europa, con compasión fingida, dice el locutor que no se espera encontrar sobrevivientes entre los 350 cerdos calcinados. Amen.

Tres cuartos de hora más tarde de lo previsto arribamos en Colonia. Buscar el hotel es complicado con tanto túnel en el que el GPS se pierde. ¡A mala hora el incendio! Coincidimos en un semáforo con un húngaro descerebrado mentiroso imbécil, tres en uno, que no contento con llevarnos por delante el espejo retrovisor del carro se dio a la fuga.

En Alemania el pueblo ama las normas. Nos indicaron amablemente por donde se había fugado el hijo de mala madre. Atrancamos el carro delante del autobús repleto de japoneses que conducía el desmemoriado copiando el modelo Miami vice. Me ofreció 20 euros por el espejo. Tragedias europeas. Con eso poco  compro en el país de la reina naranja donde duermo de arribada. Lo menos 200 eurones. Posiblemente un tercio de su salario mensual. Casi le da el infarto cuando se lo dije.

Se puso bravo y amenazante el comedor de huesos de cerdo. Ya no había espacio a la solidaridad de nada. Algunos pueblos entraron demasiado pronto en Europa. ¡Que venga la polizei, pero tú de aquí no te mueves gran fillo da grande putana! La eficacia germánica del agente bien educado y la poliglotía de la ninfa resolvió el incordio. Le he causado cuatro problemas las próximas semanas: desayuno, comida, merienda, cena. Pero quien se escapa del lugar del crimen siempre es culpable.

Pues no se crea. Tras algunos tumbos más y unos cuantos giros irresponsables y multables, llegamos al hotel de mierda. Amablemente una señorita y un proyecto de caballero nos mentan que el ordenador esta escarallado y nada de asentarse. Si quiero me regalan una cerveza cutre mientras espero a que arreglen la incompetencia, pero antes que les pague la cama.

A veces me pregunto cómo domino la pasión recta y coherente, el deseo vital y democrático, de rebanarle el pescuezo a uno de estos gallos miserables. No se apuren. No dormí debajo de ningún puente ni en la comisaria si no en una cama aceptable. Frente a la catedral del pueblo. Por un precio módico, desayuno incluido. Después de haberme atracado en una cervecería de nombre con manjares y elixires de la Alemania proletaria.