domingo, 10 de marzo de 2013

Mas candados del amor










Para no confundirse: el enamoramiento es un estado de imbecilidad transitoria. Nos lo conto el señor Sthendal de pequeños. Cuando leíamos la excelente edición de “Del Amor” publicada en Alianza con prólogo de Ortega. Luego la vida vino a demostrarlo. Siguen sin querer enterarse.

Alguna vez les he contado en esta hoja la moderna costumbre de los enamorados de encadenarse en los puentes mientras polucionan tirando las llaves el rio. Paris, Florencia…Como no podía ser, lo más bestia, eyaculación de poderío, es el muro de la imbecilidad que se han montado en el puente del ferrocarril a la salida de la estación de Colonia.

No son solo alemanes, no crea. Los hay de todas las nacionalidades posibles. El toque de lujo solo se nota en los espabilados ferreteros que gravan los nombres de los amados al instante. Aunque como siempre, los elegidos, busca el modelo distinto. Los sibaritas lo  imposible. Tómese el tiempo y repase las fotos que les he puesto. Hay de todo.

 El puente sobre el Rin es gigantesco. Esta lleno a más no poder. En días soleados una masa se mueve mientras contempla los candados como obras de arte. Es la nueva cultura. Lugar de culto más concurrido que la cercana catedral. El espectáculo también da para vivir los dramas de la vida. Los padres que cuelgan unas rosas por los fenecidos  tras buscar  el cando imposible. El que contempla que el candado sigue cerrado pero más no hay.

Entre el traqueteo de los trenes, las gaviotas que vuelan bajo, el curiosear de los ociosos, las terrazas en la ribera que invitan a sentarse, llévese a Sthendal para leerlo al sol y que no lo engañen. ¿Atar? Al amado. No al puente

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