Los pueblos mal educados se rigen por la regla del tamaño.
Los nuevos ricos también. Los pueblos capitalistas –no confundir con países- exhiben
el tamaño como adolescentes derrotados mentalmente por la testosterona. Son las
catedrales de culto europeo. Las que enseñan las guías de viaje, los libros de
historia, los videos del national geographic, las mentiras de la televisión imperial.
Siga creyendo hermano.
La vida, siempre, va por otras rúas. Es como buscar el
modelo único y exquisito en una tienda de Zara. Claro que para encontrar hay
que patear. La búsqueda sigue siendo el motor de la historia. El ir mas allá.
El recorrer caminos que nos lleven a otros lados, el reino de los deseos o de
los sueños si usted, romántico, prefiere.
En Colonia, como en cualquier otra villa, hay iglesias
mucho más hermosas que la imponente catedral. No solo hermosas en la
arquitectura. Profundamente hermosas en todo lo demás. Les enseñó un par de
fotos de la Iglesia del Convento de San Martin. La antigua abadía benedictina
ha sido tomada al asalto por la comunidad de Jerusalén como en otros muchos
lugares en Europa. Por ejemplo en el monte San Michel en la frontera normando
bretona, eso que los iletrados llaman estúpidamente Francia. Los jeruselianos,
machos y hembras, una revolución en la sagrada separación de sexos que todavía siguen
imponiendo los vaticanistas, se empeñan juntos y revueltos en construir lugares
de reposo, sosiego, tranquilidad, reflexión, oración si usted todavía cree, en
medio de la maraña del mundo. Son periféricos. Lo hacen muy bien,
Colonia tuvo doce iglesiasromanicas que fueron destruidas por las bombas en la segunda guerra mundial. Han
hecho lo posible por reconstruirlas. De lo conservado se deja ver el gusto de
los tiempos. Cuando lo que primaba era el contenido y no el continente. La
calidad de la idea y no las flores del envoltorio que poco dura.
Si va a Colonia patee y búsquelas. Da que ver. Y no se
olvide lo que todo el mundo sabe. Lo que da más placer no es la más grande si
no la más hábil.
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