sábado, 16 de marzo de 2013

La hermosura de las cosas sencillas: Iglesias de Colonia




 
Los pueblos mal educados se rigen por la regla del tamaño. Los nuevos ricos también. Los pueblos capitalistas –no confundir con países- exhiben el tamaño como adolescentes derrotados mentalmente por la testosterona. Son las catedrales de culto europeo. Las que enseñan las guías de viaje, los libros de historia, los videos del national geographic, las mentiras de la televisión imperial. Siga creyendo hermano.
La vida, siempre, va por otras rúas. Es como buscar el modelo único y exquisito en una tienda de Zara. Claro que para encontrar hay que patear. La búsqueda sigue siendo el motor de la historia. El ir mas allá. El recorrer caminos que nos lleven a otros lados, el reino de los deseos o de los sueños si usted, romántico, prefiere.
En Colonia, como en cualquier otra villa, hay iglesias mucho más hermosas que la imponente catedral. No solo hermosas en la arquitectura. Profundamente hermosas en todo lo demás. Les enseñó un par de fotos de la Iglesia del Convento de San Martin. La antigua abadía benedictina ha sido tomada al asalto por la comunidad de Jerusalén como en otros muchos lugares en Europa. Por ejemplo en el monte San Michel en la frontera normando bretona, eso que los iletrados llaman estúpidamente Francia. Los jeruselianos, machos y hembras, una revolución en la sagrada separación de sexos que todavía siguen imponiendo los vaticanistas, se empeñan juntos y revueltos en construir lugares de reposo, sosiego, tranquilidad, reflexión, oración si usted todavía cree, en medio de la maraña del mundo. Son periféricos. Lo hacen muy bien,
Colonia tuvo doce iglesiasromanicas que fueron destruidas por las bombas en la segunda guerra mundial. Han hecho lo posible por reconstruirlas. De lo conservado se deja ver el gusto de los tiempos. Cuando lo que primaba era el contenido y no el continente. La calidad de la idea y no las flores del envoltorio que poco dura.
Si va a Colonia patee y búsquelas. Da que ver. Y no se olvide lo que todo el mundo sabe. Lo que da más placer no es la más grande si no la más hábil.


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