domingo, 10 de marzo de 2013

Interioridades de la catedral de Colonia





Los monumentos son como la política. El pueblo contempla el envoltorio pero a penas percibe lo que ocurre en el interior. Mucho envase, poca substancia. Posiblemente tenga que ver con las prisas de la modernidad. Ya no hay tiempo para mirar. Menos para viajar. Solo hay que leer los miles de blogs que se acumulan en la red donde turistas intrépidos colección destinos a golpe de mapa. Han estado en todos los lugares, no han visto nada.

La catedral de Colonia da para más de un día. Como a los grandes edificios se le pueden ver sus submundos. No hay más que sentarse y contemplar. Mirar el discurrir del día. Sus compatriotas los turistas ofrecen espectáculo, pero el más divertido es el que nos representan los vividores del edificio. ¿O usted es de los que piensa que solo en Compostela se mete la mano al peto de las ánimas?

He estado pocas horas, pero puedo escribirles un libro. El monaguillo mayor lleva pendiente de pirata en medio de la campiña. Tiene pinta de haberse confundido de destino. Quedaría mejor de portero de un tugurio de rock, pero pide para la santa. El otro, el ninfo que lo sucede, es manifiestamente el favorito de la curia. Siempre pederastas estos tipos.

 
¿Sabe usted por qué siempre, en cualquier lugar, la catedral está consagrada a una virgen pero el populacho incordiante se empeña en rezarle a otra? Aquí también. ¡Mírela! Y si duda de la tesis, vaya a dar una vuelta por Compostela, para comprobar que a los locales el apóstol solo les da euros. El resto se mete en la capilla de A Corticela y reza con pasión a una virgen tan fea como eficiente; incluidos estudiantes racionalistas en apuros.

Sigamos en Alemania: toda iglesia de pro tiene que tener reliquiario. Algo en lo que descreer. Lo bomba es cuando se puede seguir vendiendo al pueblo más allá de la existencias. Como ya todos llevan la sabana de cristo colgada y no hay que exagerar en los metros, aquí te fotografían el cajón de los reyes magos y te lo venden en bola de resina pulida. Es más ecológico y mata menos que llevarse el granito de la catedral a golpes de martillo. Pero para eso hay que ser, evidente, alemán.

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