La catedral de Colonia es monumento consagrado. Ahora, de
moderno, se dice patrimonio de la humanidad. Suena más liberal, menos
absolutista, mas todo es posible. Da el pego.
Da muchos euros. Es visitada a todas horas por los muchos
de turistas que arrastran el lorcho por las calles de Colonia donde poco
monumento hay que ver. Se los llevaron los aliados por delante en la segunda.
Es el símbolo del poderío católico en Alemania. Donde son muchos. Y poderosos. No se olviden que hasta han dado Papa dimitido, por lo que
todos los sur europeos estamos condenados a aplaudirlo aunque fuera un
racionalista reaccionario.
Publico creyente queda poco. Acudí de domingo a la misa
de 10, que los alemanes son madrugadores, y solo había mayores y, dos,
piadosas. A los turistas nos expulsaron las tropas de casulla del templo. Sigue
siendo suyo. Aunque le paguemos notros el sueldo y la manutención. Imposible
que algún día algún político tendrá que explicar.
La historia de la construcción de esta maravilla arquitectónica
es la transmisión en directo de los pasos de cangrejo leninista de un burgo, una burguesía,
unos obreros, un país. Léala si tiene tiempo.
Si va, patee sus pasillos para contemplar los bajos del órgano
o donde la leyenda dice que están las reliquias de los reyes magos de oriente. Si, esos tipos que si la jodes en vez de regalos te traen carbón. Los
que nunca traen lo que queremos. Los que mantienen que educar es frustrarse
progresivamente. Un día sí y otro también. ¿Comprenden? Aunque sea una joya,
una preciosidad arquitectónica, allí, entre sus ventanales tan hermosos como terroríficamente
violentos, solo cabe mantener que aunque solo sea metafóricamente, la iglesia
que más ilumina es la que arde.
Por cierto, aunque quedaba al lado de uno de los puentes
vitales del Rin no fue destruida por los bombarderos aliados durante la segunda
guerra mundial. Por eso, porque hay pueblos y tribus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario