sábado, 9 de marzo de 2013

La catedral de Colonia




La catedral de Colonia es monumento consagrado. Ahora, de moderno, se dice patrimonio de la humanidad. Suena más liberal, menos absolutista, mas todo es posible. Da el pego.

Da muchos euros. Es visitada a todas horas por los muchos de turistas que arrastran el lorcho por las calles de Colonia donde poco monumento hay que ver. Se los llevaron los aliados por delante en la segunda.

Es el símbolo del poderío católico en Alemania. Donde son muchos. Y poderosos. No se olviden que hasta han dado Papa dimitido, por lo que todos los sur europeos estamos condenados a aplaudirlo aunque fuera un racionalista reaccionario.

Publico creyente queda poco. Acudí de domingo a la misa de 10, que los alemanes son madrugadores, y solo había mayores y, dos, piadosas. A los turistas nos expulsaron las tropas de casulla del templo. Sigue siendo suyo. Aunque le paguemos notros el sueldo y la manutención. Imposible que algún día algún político tendrá que explicar.

La historia de la construcción de esta maravilla arquitectónica es la transmisión en directo de los pasos de cangrejo leninista de un burgo, una burguesía, unos obreros, un país. Léala si tiene tiempo.

Si va, patee sus pasillos para contemplar los bajos del órgano o donde la leyenda dice que están las reliquias de  los reyes magos de oriente. Si, esos tipos que si la jodes en vez de regalos te traen carbón. Los que nunca traen lo que queremos. Los que mantienen que educar es frustrarse progresivamente. Un día sí y otro también. ¿Comprenden? Aunque sea una joya, una preciosidad arquitectónica, allí, entre sus ventanales tan hermosos como terroríficamente violentos, solo cabe mantener que aunque solo sea metafóricamente, la iglesia que más ilumina es la que arde.

Por cierto, aunque quedaba al lado de uno de los puentes vitales del Rin no fue destruida por los bombarderos aliados durante la segunda guerra mundial. Por eso, porque hay pueblos y tribus.

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