Podría ser un cuadro de esos que le gusta a la princesa
que mantengo hasta que vuele uno de estos días. La cosa moderna. O como ella
dice: Pá, lo viejo ya no se lleva. Para hacerme luego, las contradicciones en
el seno del pueblo –Mao Ste Tung-, perder horas mientras que espero a que ponga
patas para arriba una de esas tiendas donde venden lo de ayer en cualquier
calle de Ámsterdam. No disimule. Que si le digo que es la última creación de
Tapies o, más, von Pastajansaman, seguro que cuela.
Es la creación del Mar del Norte, ribera de Greveling,
tierras de la Zelandia traficante y bucanera. Unos pocos meses de verano
bastaron para comerse los ánodos del trinque. El mismo tiempo que le llevo al
mar hacer desaparecer la pintura biocida. La que no funciona. Ya que los
mejillones se cuelgan de cualquier lado. Por no hablarles de las lapas, babosas
marinas, metáfora primitiva y certera del capital.
Véalo con optimismo. Incluso en los meses de invierno,
cuando el mar no está para nadie, sigue siendo lo de siempre: arte.
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