Nos vamos a poner serios ya que el mundo se ha puesto en
plan relativista. ¡Insoportable! Mire oiga, la música barroca es superior a la clave
monocorde china. En esa civilización todavía están esperando a que nazca un
Mozart. Los árabes que en su tiempo llegaron a dedicarse con cierto éxito a las
letras y la arquitectura, se cayeron hace tiempo del camello. Siguen sin
encontrarse. Es lo que hay y si usted lo
niega pasara irremediablemente a la categoría de los “distintos
inteligentes”
Lo mismo pasa con la cerveza. Hay elixires supremos.
Producto de dioses. Los que elaboran los monjes trapenses belgas y, una, solo
una, abadía de los mismos en Brabante del Norte. Hay unos cuentos artistas checos. No hay más. El resto son soles en
medio del pantanal. La Pelforth normanda, la Estrella galaica, la Dark Lord
Imperial Russian stout yanqui, la Narke Kaggen Stormaktsporten que se atizan los
suecos, esa cosa imposible con más sabor a coñac que a cerveza que hacen en el
puerto de Boston bajo el nombre de Samuel Adam’s Utopia…pero alemanes, no.
No incordie. Los alemanes nada. Mierda pils, mierda
blanca. Por mucho que ahora nos intenten vender la cerveza de Colonia, la Kölsch,
menos marga, mas aguada, mas nada.
Entiéndame bien. Hay algún alemán que hace elixires
maravillosos. Como la Schlenkerla Lentbeer que solo elabora durante la cuaresma
una familia de Bamberg y que está entre las cinco mejores cervezas del mundo. Pero eso no es lo que se vende como cerveza teutona.
Puede usted gastarse los dineros en cualquier cosa
importada de Alemania. Tirara el dinero. Beba lo bueno que tiene en casa.
Seguro que le sabe a más. Si por algún trauma de niñez no lo soporta, esconda
la botella. Al fin y al cabo la cerveza hay que beberla siempre en vaso, con la
única excepción consentida de la Coronita mexicana, refresco de verano
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