sábado, 16 de marzo de 2013

Mitos cerveceros: la asquerosa cerveza alemana de Colonia




 
Nos vamos a poner serios ya que el mundo se ha puesto en plan relativista. ¡Insoportable! Mire oiga, la música barroca es superior a la clave monocorde china. En esa civilización todavía están esperando a que nazca un Mozart. Los árabes que en su tiempo llegaron a dedicarse con cierto éxito a las letras y la arquitectura, se cayeron hace tiempo del camello. Siguen sin encontrarse. Es lo que hay y si usted lo  niega pasara irremediablemente a la categoría de los “distintos inteligentes”

Lo mismo pasa con la cerveza. Hay elixires supremos. Producto de dioses. Los que elaboran los monjes trapenses belgas y, una, solo una, abadía de los mismos  en Brabante del Norte. Hay unos cuentos artistas checos. No hay más. El resto son soles en medio del pantanal. La Pelforth normanda, la Estrella galaica, la Dark Lord Imperial Russian stout yanqui, la Narke Kaggen Stormaktsporten que se atizan los suecos, esa cosa imposible con más sabor a coñac que a cerveza que hacen en el puerto de Boston bajo el nombre de Samuel Adam’s Utopia…pero alemanes, no.

No incordie. Los alemanes nada. Mierda pils, mierda blanca. Por mucho que ahora nos intenten vender la cerveza de Colonia, la Kölsch, menos marga, mas aguada, mas nada.

Entiéndame bien. Hay algún alemán que hace elixires maravillosos. Como la Schlenkerla Lentbeer que solo elabora durante la cuaresma una familia de Bamberg y que está entre las cinco mejores cervezas del mundo. Pero eso no es lo que se vende como cerveza teutona.

Puede usted gastarse los dineros en cualquier cosa importada de Alemania. Tirara el dinero. Beba lo bueno que tiene en casa. Seguro que le sabe a más. Si por algún trauma de niñez no lo soporta, esconda la botella. Al fin y al cabo la cerveza hay que beberla siempre en vaso, con la única excepción consentida de la Coronita mexicana, refresco de verano

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