jueves, 17 de abril de 2014

Ginebra, la suiza

Hace unos días pase por Ginebra. No fui. Fíjese en la distinción. Entiéndalo bien. Inspire y siéntalo. ¿Qué no? No me provoque que le llevo el alma por delante. Esta es una cuestión de vital importancia. Para todos.
El que escribe esto es de nazon galega. Allí, a golpes, aprendemos que la patria se divide entre los que van a Suiza. Moreas. Y los que se quedan. Cada día menos. Algunos pasan. De puntillas. Para que no te salga la Santa Compaña y te lleve, te quedes.
No crea usted, que yo de emigración se bastante. Soy uno de ellos. Pero jamás fui ni iré a Suiza. Ya de ir a algún lado, ir bien. Bien solo se puede ir a los dos últimos paraísos campesinos que quedan en Europa: Dinamarca o los Países Bajos. Queda allá en el norte algún concepto de. Pero no es país ni paraíso. Es tundra para alcoholizados. No vaya.
Tras esta declaración de principios solo queda comentar que es lo hay en Ginebra. ¿Dinero? Debe haberlo. Yo ver no lo vi. Pero tampoco vi la Santa Compaña e igual que usted se que existe. ¿Irracional? No crea. Solo debe pasear por delante de alguno de los hoteles cercanos a la playa. La concentración de Rolls Royce, Bugatis, Ferraris, Mercedes, Porches y demás chatarrería de los pudientes, es para acojonarse. ¡Cuántas escuelas de música podríamos haber montado por las aldeas de mi tierra!
¿Pero quien es el energúmeno que piensa en eso viendo pasar a las señoritas colgadas de bolsos que para si quisiera la muy putanesca alcaldesa de Valencia? ¿O es que usted no se ha enterado que el objeto más visitado de Ginebra es el museo de relojes donde lo más barato de su shop no baja del salario de cinco -5- mileuristas?
Ya tenemos el alma izquierdista jodiendo. Que no hombre, que hay mas. Se ven tipos en bicicleta. Niñas de piernas largas y alma de jipi. Algún heredero de Calvino engominado. Tiburones cansados en los bares modernos a la orilla del rio. Alguna librería decente. Miles de idiomas de las miles patrias. El poder discreto del capital discreto. Allí la riqueza no se exhibe. No se confunda. Ese portagafas de coletilla puede ser un traidor que acaba de cambiar la pasta del Barcenas de sitio. Esa es la diversión. ¿Quien es el topo?
Ademas, bajo un sol fabuloso, los cafes en las terrazas del lago, ¿que quiere que le diga? Un paraíso artificial que como Calvino miente hasta el tuétano. Por eso allí, el dinero, si tiene patria: la de ellos

 

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