Todo político que
no sabe que hacer monta un museo de altura. La altura viene por el edificio. De
bandera. Cuesta tanto que no da para comprar colección para enseñar. Pero eso
es lo de menos. En los tiempos que corren la pintura favorita del pueblo
votante es digital y a eso se le llama
tv plasma.
No se confunda.
Puede encontrarse con estos relicarios de la nada en lugares donde si hay mucho
que ver. Le pongo el ejemplo de Compostela. Donde los lumbreras del PP, para competir
con la catedral a donde vamos todos, se gastaron la pasta en la “Cidade da Cultura”
a donde, con sentido común , va nadie. Ya que ni ciudad ni cultura es. Tan solo
dispendio.
Hay otros casos más
complicados. Los ginebrinos se han montado en medio del lago un piranjallo
eyaculador. Un chorro de agua que en vez de semen esparce agua a la nada, al
viento, al ego: somos toda una potencia. ¿De la nada? ¿O de la pasta que
guardan por doquier?
Nos inclinamos
por lo último. Andar presumiendo de los billetes que se tienen a demás de no
ser útil va reñido con el calvinismo ideológico de los banqueros. Puesto a
exhibirse, tarea necesaria en la postmodernidad, no hay mas que recurrir a una metáfora
de la testosterona. Ya sabe, el juego aquel de niños de a ver quien mea mas
lejos.
Lo maravilloso no
es la altura. Es que les ha salido por dos francos. Barato a matar. Y todos le
hacen fotos y lo admiran: ¡que potencia mental!
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