Dice la
Castellana, hembra de rigor, que lo mío es grave. Todo por una llamada al
orden: se dice New York, Sanxexo, Ribeira Sacra, Porto, etc, y no nuevayor, sangenjo,
ribera sagrada, oporto
Le aseguro que
usted puede buscar la estación del ferrocarril de La Haya, pero como no sepa
que se dice Den Haag jamás llega. Por
mucho que insista Bélgica no existe. Sus propios se empeñan con Belgie o
Belgique. Londres tampoco existe ni existirá. Aunque a usted le repatee ese
lugar está ocupado por London desde el siglo II después de cristo.
No sé si se
escribe Tombuctú, Tombuktu o algo parecido. Tampoco sé lo que manda y ordena la
que fija y da esplendor; que ni lo uno ni lo otro. Tampoco me refiero a la ortografía.
Eso que tanto enerva a los obsesivos. Esos tipos y dos tipas que
autoritariamente deciden como debe ser perdieron hace siglos el ritmo. Cuando
aceptan el cheli, el pueblo ya está cinco paradas más allá y se inclina por el “cul”,
que es “cool”. Llegaran a introducirlo.
La cosa no va de ortografía.
Va del alma. Lo escribía Francisco Castro uno de estos días: si un tipo le pide
un café en ingles la camarera le contesta
en el mismo idioma. Si yo lo pido en gallego me responde en español. Es el
imperialismo cultural de los que no respecta al prójimo; ya que la norma es lo
suyo. Tanto en versión derecha como izquierda. Nos apropiamos de lo que
tenemos dándole el nombre que nos interesa. Nadie lo agradece. En muchos sitios puede costarle un disgusto. En algunos
la vida.
¡No argumente
falacias. Ni pseudodemocracia de televisiva! El respecto al prójimo es el eje
de la convivencia. Poco saben de eso los pueblos primitivos. La negación del
idioma del otro es lo mismo que la negación del derecho al voto. La exigencia
del castellano imperial. El aprendizaje de los afluentes secos del Pisuerga por
la mano izquierda. Mientras yo sea presidente magante los catalanes no opinan. La
negación del rio Miño que lleva más agua que media geografía que tuvimos que
aprender a recitar a base de golpes…
Hay quien no lo
entiende, pero igual que los escoceses votaran lo que le salga de las partes,
los de más abajo ya no aceptamos que nos roben el nombre de nuestras cosas,
nuestra alma.
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