Se empeñan en llamarle gaita turca. Es una gaita de Anatolia y Tracia. De ahí viene y ahí se toca. Poco más.
La afición de los pueblos que no son país y si acumulo de
tribus por apropiarse de lo ajeno es universal. Lo practican con la pasión nacional
imperialista que se imponen. No hace falta viajar muy lejos para verlo. Fíjese
usted en los holandeses. Nacionalistas chauvinistas avant la letre. Un pueblo
que no es. Que se disfraza de naranja para festejar las mangancias del futbol y
el cumpleaños de la reina. Estando en la cumbre del florín camuflado de euro es
difícil aceptar que se juntaron en un arenal malsano todos los escapados de la
Europa intolerante.
¿Sigue dudando? Mire a los yanquis. Nacionalistas de cañón.
El desecho y la miseria europea ayer, hoy latina y asiática, en aluvión. Hay
que crear mitos si no hay historia.
España, ese invento de los extranjeros. Ellos son
murcianos, gallegos, aragoneses y lo demás. Solo presumen de la patria los que
viven de ella: funcionarios, milicones, futbolistas, mangantes. Siguen escribiendo su
historia, pero ya saben, el flamenco es de todos y la gaita solo de los
gallegos.
En Normandía dicen ser normandos. Los bretones siempre
fueron ellos. Los de Paris hasta reivindican ser distintos. ¿Qué más quiere?
Los turcos tampoco son pueblo. Tiempo ha fueron griegos, judíos,
armenios, traficantes mediterráneos, campesionos de Tracia, judíos de todos lados, salvajes de
Anatolia. Llego un tipo vestido de sultán y les dijo que eran turcos. Se
fabricaron un gorro y una bandera. La gaita les fallo. Para eso hay que saber
tocar música.
Hoy la gaita de Anatolia se escucha poco. Algún
desplazado la tañe en las rúas de Istanbul. Para lo demás hay que adentrarse en
la Turquia profunda. Lo que no siempre es fácil. Tiene un ritmo trepidante. Monocorde. Jamás
llegara a hacer fortuna. Se quedó como muestra del atraso, retraso, permanente
de un pueblo campesino. Cuando les pones una gaita gallega, alucinan. Luego hay
que explicarles que el camino de Santiago fue más que un largo camino. La
autopista cultural de Europa que llevo de arriba abajo los progresos del centro
del mundo. Aunque allí en la meseta todavía hoy se empeñan en tañer acordes de
gaita turca.
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