jueves, 18 de abril de 2013

El museo de la fotografia de Amberes


 

Fue el gran invento de los gabachos. Cometieron el error garrafal de no patentarlo. Cualquier alcalde surenho que se precie lo ha copiado hasta la extenuacion.

Me refiero a esas rotondas que llevan a ningures. A proyectos en la mente del contratista, primo, local; el prado donde pasta A Roxa; el basurero clandestino de todos y los de al lado. Si, esas putas rotondas construidas por la empresa del sobrino del alcalde y subvencionadas con placer con los euros de la Comunidad Europea por esos tipos que entienden que la política es hacernos regalos que no pedimos pagados con nuestro dinero.
 
 No crea que no hay más. ¡Qué va! El sur está lleno de piscinas al lado del hermoso y no clorado rio, pistas de tenis donde no hay raquetas, bibliotecas sin libros donde se juega al tute, auditorios sin público, publico sin actores.

En las ciudades, que van de listos, se lo hacen igual de peor. Ahí lo que se lleva es montar museos colosales donde abunda el granito y el mármol blanco. Les salió por una pasta y se quedaron sin colección. No hay nada que colgar, nada que ver.

El museo de la fotografía de Amberes es uno de estos cementerios de  euros pagados por el contribuyente. Lo salva un director espabilado que intenta compensar las pocas fotos que cuelgan con exposiciones temáticas cada poco tiempo. Estos días cuelga en sus muros una interesante exposición sobre la influencia de la fotografía de prensa en la lucha por la libertad de los barbaros árabes. Se acompaña con una preciosidad sobre los mitos arcaicos del hombre animal en los carnavales del centro de Europa. Con figuras que se confundirían con los peliqueiros de las tierras de Laza y demás confines de Galiza Ceive.

Si anda por estos pagos mire lo que le enseña. A veces merece la pena. Por cierto, en algo también hay que aplaudirlos: la entrada es tirada: un par de euros, no mas.
 


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