Fue el gran invento de los gabachos. Cometieron el error garrafal de no patentarlo. Cualquier alcalde surenho que se precie lo ha copiado hasta la extenuacion.
Me refiero a esas rotondas que llevan a ningures.
A proyectos en la mente del contratista, primo, local; el prado donde pasta A
Roxa; el basurero clandestino de todos y los de al lado. Si, esas putas
rotondas construidas por la empresa del sobrino del alcalde y subvencionadas
con placer con los euros de la Comunidad Europea por esos tipos que entienden
que la política es hacernos regalos que no pedimos pagados con nuestro dinero.
No crea que no hay más. ¡Qué va! El sur está lleno de
piscinas al lado del hermoso y no clorado rio, pistas de tenis donde no hay raquetas,
bibliotecas sin libros donde se juega al tute, auditorios sin público, publico
sin actores.
En las ciudades, que van de listos, se lo hacen igual de
peor. Ahí lo que se lleva es montar museos colosales donde abunda el granito y
el mármol blanco. Les salió por una pasta y se quedaron sin colección. No hay
nada que colgar, nada que ver.
El museo de la fotografía de Amberes es uno de estos
cementerios de euros pagados por el
contribuyente. Lo salva un director espabilado que intenta compensar las pocas
fotos que cuelgan con exposiciones temáticas cada poco tiempo. Estos días cuelga
en sus muros una interesante exposición sobre la influencia de la fotografía de
prensa en la lucha por la libertad de los barbaros árabes. Se acompaña con una
preciosidad sobre los mitos arcaicos del hombre animal en los carnavales del
centro de Europa. Con figuras que se confundirían con los peliqueiros de las
tierras de Laza y demás confines de Galiza Ceive.
Si anda por estos pagos mire lo que le enseña. A veces
merece la pena. Por cierto, en algo también hay que aplaudirlos: la entrada es
tirada: un par de euros, no mas.
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