sábado, 13 de noviembre de 2010

Paris 4 Librerías





Librerías sigue habiendo. Aunque se lea que van desapareciendo. Algunas incluso aumentan de tamaño. Supermercados de libro ya hay en toda ciudad que se precie de tal nombre. En las megapolis puedes incluso elegir. Ya no venden solo libros. También, más, eso que los modernos llaman ocio: películas, música, prensa, juegos, soportes digitales de toda clase y formato.
Los visionarios nos pronostican desde el libro digital hasta la tableta para todo. Los pesimistas se rasgan las vestiduras. Los optimistas aplauden. Los libreros escupen, los editores miran al cielo.
Es poco importante. Absolutamente secundario si el libro que se debe leer viene en papel de estraza y edición de bolsillo, o se devora delante de un e-book versión cinco tintas. La batalla, de momento perdida, es la de la calidad.
Las librerías supermercado, las que realmente venden, solo exhiben lo que consume la masa a ritmo de anuncio o suplemento cultural interesado. La antigua tarea del extinto librero de barrio de educar a sus clientes ofreciéndoles las novedades de calidad, ha desaparecido. Lógico: viven, mal, del bestseller. Librerías especializadas pocas quedan. El soporte digital, que llega, les dará el golpe de muerte.
Si quiere ver como algún día fue, dese rápidamente una vuelta por Paris. Aquí, al lado de las fanacs, virgines y similares, todavía es fácil encontrarse con libreros que enseñan en sus escaparates los libros buenos, las novedades frescas.
Alguno incluso se desmelena la imaginación evitando que lo eutanasien en edad tierna y se reinventa el vino con libro. Mas vinos que libros; o como emborracharse con gusto. Visto el éxito de público que tienen, funciona. ¡Un buen chateau con las poesías de Rilke en bolsillo por 10 euros!
La única pregunta no contestada es si el público aceptara el comprar algo que no ha visto, tocado, olido, ojeado. La respuesta será si, visto lo que ocurre con otros productos. Lo que jamás tendrán será el olor del papel que emanan las librería abarrotadas. A no ser que nos inventen el e-book con cheiro

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