lunes, 15 de noviembre de 2010
Paris 6 Alcohólicos con clase y miseria
Los parias parisinos han desaparecido del centro. Limpiados por la mano del populista que por cabreo eligieron de presidente. Ya están arrepentidos. Como siempre. Tardaran en volver. Los parias. No se los han llevando para atenderlos. Si usted visita las ultimas estaciones de las líneas del metro, donde no se le pierde nada, empezara a encontrarlos.
Antes adornaban los puentes del Sena. Los soportales de la plaza de Vosges. El Louvre. El Arco del Triunfo. El jardín de Luxemburgo en verano. No se metían con nadie. Estaban a lo suyo: beber. Pedían poco. El pueblo se encargaba de mantenerlos. Francia siempre fue solidaria. La cosa empezó a cambiar cuando llegaron los perrachas: jóvenes desahuciados, consumidores de toda droga posible, la mayoría con trastornos psiquiátricos, cuidadores de jaurías hambrientas, molestos por su agresividad para el turista ocasional.
La mano dura de la gendarmería no hace distinción. En vez de internar a los unos y dejar a los otros, lógica racionalista, limpiaron todo. Estropearon el paisaje. Jodieron la vida llevadera del paisanaje alcohólico.
Si se fija bien alguno todavía se ve. Este cansado héroe me lo encontré apalancado a la entrada de la estación del metro Saint Michel. Con su corbata bien puesta. Su puro recién recibido. Agarrado a la barandilla para mantener el equilibrio frágil, bebía lentamente las latas de cerveza que reposaban encima de su maleta. Miraba a la gente. Sonreía. Platicaba de vez en cuando en solitario. Pasaba las horas con su discurso y sus miserias. Ya ni borracho digno te dejan ser en las sociedades modernas
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