viernes, 5 de noviembre de 2010

Viajar a cuenta del prójimo es de gorrones, aunque seas Papa


Los que vivimos en el norte de la Europa racional, somos incapaces de comprender como un estado en crisis profunda, con miles de parados, y muchos más mal pagados en la pujante economía sumergida, se permite el lujo de tirar por la borda miles de euros en la visita de un gurú en declive.
Lo del gurú hay quien lo discute. No sé por qué. No se diferencia nada de cualquier iluminado de cualquier grupo de pensamiento irracional que los humanos angustiados, los humanos iletrados, fabrican. A no ser de que hipócritamente se capitalice el discurso con sinónimos de mayor alcurnia en tiempos pasados.
El declive es incuestionable. Hoy, en Iberia, solo los curas, mi madre, y tres más visitan las iglesias vacías.
Mi amigo Pepe Bugallo, hoy alcalde de Compostela, que en los años en los que jugábamos a la toma revolucionaria de ese nido de cucarachas encasulladas se declaraba militantemente ateo, nos cuenta que va ha hacer el negocio del año: miles de peregrinos acudirán en masa a gastarse los doblones en las tierras de Compostela, camino, y alrededores.
Es la visión cutre del cosmopaletismo. Esa ideología que comparten los políticos sur europeos con ardor, independientemente del club en el que militen.
El camino moderno, fue un invento comercial lanzado por los hosteleros de Compostela con la ayuda de los gobiernos de Fraga Iribarne y el aplauso del obispado compostelano.
Más tarde se ampliaría a las regiones por las que cruza la senda, que también esperaban chupar del bote. Poco a poco se fue agrandando, con el aplauso de políticos de todo tipo, bajo el epígrafe crear trabajo. Los ayudo el calendario. Coincidieron los años santos, cuando el 25 de julio cae en domingo, en procesión. Por suerte se ha acabado esta diarrea de festividades.
Los caminos hacia Compostela se llenaron de quechuistas españoles. Masas de deportivos adolescentes cerebrales, que enfundados con los atuendos adquiridos en el Zara del deporte, las tiendas de la multinacional francesas Decathlon, marchaban uniformados bocadillo en ristre de albergue en albergue. La manera más barata de ver su mundo, ya que hasta hace poco ni por dormir había que pagar. Dinero dejaron poco ya que jamás lo tuvieron. Consiguieron espantar a los pudientes europeos que no solo venían cargados de euros si no de espiritualidad y cultura. Evitaron que algo se nos pegara. Corrió la voz por Europa sobre las fiestas que se organizaban los sureños, levantado a los mochileros europeos arruinados que ni para ir a Tailandia, lo que aquí se estila, tenían.
Destrozaron Compostela. Este verano ya había que hacer cola en la catedral. Ser registrado como en el aeropuerto. No poder andar por las rúas. Bocadillos de plástico por doquier. Turistas a la búsqueda del suvenir chino. La venta de una Galicia de plástico que jamás existió.
Hoteles medio vacios. Dinero poco. Restauradores trabajando como esclavos para llegar a fin de mes. “Foderon o invento”, escuchabas en boca de los hosteleros de la zona vieja.
Ahora traen a ese gurú encubridor de pecados. Hijo de la Alemania fascista que sigue viviendo a cuenta de los dineros ajenos. Apuestan por la masa del bocadillo. La horda salvaje de los hambrientos del bienestar que jamás tendrán, ya que se han gastado los euros en la parafernalia en vez de emplearlos en darles oficio y beneficio. ¡Paletos del mundo uniros!
Un consejo: Si quiere viajar a Compostela, espere unos años y hágalo en el invierno, en medio de la lluvia atlántica. Quizás reencuentre la Compostela eterna. Eso sí, no se fije en los cientos de bares cerrados. Fue una masturbación mal calculada de los alumnos menos brillantes del colegio Peleteiro

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