domingo, 30 de enero de 2011
El Monte Saint Michel
Dicen que es maravilla de la humanidad. Patrimonio, en lenguaje moderno. Dicen que hubo y hay peregrinos. Que solo encontrara turistas será castigo de algún dios por mi ateísmo militante. Dicen que en tiempos pasados era viaje peligros acercarse a aquella piedra. Dicen que muchos fueron llevados por las mareas y las arenas para servir de pasto a las cangrejos. Dicen desde hace años que van a devolverle la insularidad deshaciendo el bodrio de asfalto que la comunica con las marismas. Dicen.
Dicen que el atraso es debido al mal estado de conservación de los muros de la isla. Dicen que primero hay que apalancarlos para que la corriente no se lo lleve todo.
Sería malo que la corriente nos deshiciera esa joya que a través de los tiempos ha ido creciendo hasta ser corona gótica en lo alto de la roca. Ese monasterio pétreo, sublime, de una presencia granítica de militante, que combina con un delicado claustro más propicio para los orgasmos delirantes de una ninfa fenicia.
Frente a los devotos que creen que allí siempre se rezo, tengo que desengañarlos. Fue más usado de cárcel que como lugar de oración. Tanto bajo las ordenes del señor abad como bajo la administración republicana.
Si va, que debe de ir, pague el impuesto revolucionario por entrar – a la republica, no a los curas- y deléitese con el paisaje, el claustro, los interiores del monasterio. Siéntese en el refectorio, descienda a ver la Nuestra Señora bajo tierra, imagínese el polvo grandioso que podría echar disponiendo de cama en el salón de los huéspedes…
Lo que la marea debería de llevarse, de golpe, es el resto. Los cientos de bares y restaurantes asquerosos que adornan la subida a la abadía. No hay uno solo decente. Pagara como un tres estrellas para comer en un asqueroso macdonalds. De las casas mal cuidadas vale la pena contemplar algunos de los tejados. Se aprende como en otro tiempo las tejas de hacían de madera. Colocando una encima de otra con esmero franciscano.
Franciscanos no había. Si hordas de turistas, de esta japoneses. Los monjes benedictinos que siempre cuidaron la abadía han desaparecido. Llegaron a la conclusión correcta de que los preceptos de su orden no rimaban con seguir cuidando una de las disneylandias modernas. Mi curiosidad de preguntarles cómo es posible que sus hermanos españoles sigan cuidando , rezando y dando misas a la momia del general Franco en el Valle de los Caídos bajo la misma ideología, ha quedado sin contestar. Monjes y monjas salerosos de una comunidad para mi desconocida danzaban alegres por las escaleras del convento. Orden de algún santo masoquista, ya que no se puede decir otra cosa cuándo se llevan los pies descalzos con el termómetro bajo cero. Sera la modernidad del bdsm.
Si el cielo la acompaña podrá hacer hermosas fotos. Llueva o haga sol, contemple como sube la marea. Cuando lo vea entenderá por que andar por las arenas es de suicidas. O se abra suicidado. Esta usted avisado.
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