sábado, 29 de octubre de 2011
Del TBO a los comics
Se llamaban TBOs. Era lo único que había en la postguerra del general. Roberto Alcázar y Pedrin, llego más tarde. Hazañas Bélicas, mi favorito. El Capitán Trueno. Me hice mayor y les perdí el rastro. Hasta que llego El Jueves con aquel humor irreverente. Pero era otra cosa. No eran las historias dibujadas. Volvimos a redescubrirlas cuando aparcamos por el norte. Venían de todos los rincones. Hasta de A Coruña. Los belgas y los franceses eran adictos. Tanta adicción, que en Bruselas hay más librerías especializadas en comics que en literatura. Cada parroquia tiene su sucursal donde adultos y jóvenes consumen.
Los belgas han sacado los comics a la calle. Adornando las paredes vacías de las casas con el color de las historias conocidas.
Al otro lado del espectro está el dibujo salvaje del comic corto. Elección la que usted quiera. Hay elaboraciones que se entienden. Otras parecen más el producto psicótico de una tarde de porros en invierno. En cualquier caso, si anda por estos pagos, puede arrastrar el lorcho de calle en calle, de bar en bar, contemplando las historias de siempre. De paso no olvide en ir a ver el museo del comic. No es el mejor. Ese está en Groningen, Países Bajos, donde de momento no se le ha perdido nada. Por eso hay que ver el de Bruselas. Donde le explicaran la historia de las historias bien dibujadas.
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