domingo, 11 de diciembre de 2011

Las tierras de Hilvar





Usted jamás ira allí. O dicho de otra forma: La posibilidad de que usted frecuente estos pagos es la misma de que le toque la lotería. Tírese a lo segundo que da para mas viajes. La tierras de Hilvar, Hilvarenbeek, quedan cerca de Tilburg. La sexta ciudad holandesa, cerca de la frontera belga. Un lugar en la que a nadie nada se le ha perdido. Allí solo hay proletarios y grandes y arboladas avenidas. Fue la cuna del textil hasta que marcho para la China y demás lugares de hambre. Se reconvirtió en centro de distribución. Viven del trabajo inteligente.
La única disculpa para ir es buscar la cervecería de los monjes trapistas, el único convento holandés que fabrica La Trappe, elixir de calidad. Mas allá, cerdos y mas cerdos, en granjas camufladas en el paisaje.
Las tierras de Hilvar es un invento moderno del alcalde. Antes se llamaba la finca de Utrecht, el imperialista del norte que se hizo con el terreno. Pero los católicos del sur holandés ya se han liberado del yugo del curo pedófilo y la letanía del pecado. Recorrer los caminos de la vieja finca, en tarde de domingo, es jugar a la naturaleza total. Solo cerca de la posada donde puedes darte a la cerveza de abadía y devorar tres huevos fritos con pan y jamón, hay parroquianos. El resto es pura naturaleza. Ya que no va a ir jamás, véala y disfrute.

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