domingo, 12 de febrero de 2012

Comer en Wimereux


Nos miraron como a leprosos. Buena pinta no teníamos. Mire usted. Veníamos de patear los acantilados de la costa. Arena en las botas, ojos y alma. Hambre atroz. Mataríamos por comer algo decente.
Ese era el concepto clave. La primera visita a Wimereux, días atrás, fue un fracaso total. Arribamos en medio del temporal y nos metimos en el primer restaurante que encontramos. Mierda de comida a precio de turista rico.
Esta vez no. Entramos en el “place to be”. El hotel de postín, Atlantic. Con restaurante de nivel, La Liegeoise . A la orilla del mar. Frente a la playa.
Sin preguntarlo te meten la carta en las manos. Segundo intento de que no les ensucies la moqueta con tus barros. Espanto por el precio, se llama la técnica. Merci madame, métase la carta donde le quepa, deme una mesa donde pueda contemplar el mar, póngame un vino bueno, y luego ya veremos lo que le encargo.
Imposible se lo pusimos. Nos dieron de comer como la educación manda. Vean, vean. Incluso, sacando la tarjeta, pagamos con gusto. No fue caro. Por eso si van a Wimereux, le recomiendo el restaurante. Eso sí, vístanse como dios manda. Que él publico engalanado no sabe a qué atenerse con tipos con esas pintas, y puede sentarles mal la digestión. Además luego, de partida, tendrá usted que pasar por delante de las tiendas para los pelotazo, y no se trata de ir todo el día haciendo la revolución.

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