lunes, 30 de abril de 2012

No solo los trapensen hacen cervezas buenas


Las discusiones sobre cuales pueden llamarse cerveza de abadía fueron feroces en el pasado. Como siempre debido a la plata. Los monjes pecan como el resto por mucho que se tapen con el hábito. Pecaron abundantemente. Dicen que para mantener el negocio. Eso, negocio. Tanto que se dedicaron a producir cerveza de mala calidad que vendieron al mejor postor y a las multinacionales. Hubo quien también se apuntó al negocio de llamarle cerveza de monasterio haciéndola en un alpendre. O vendiendo el alma, el nombre, al cervecero capitalista.
Hoy el panorama se va despejando. Una cerveza trapense, lleva etiqueta. Es la cerveza elaborada por los monjes de una comunidad trapense, un monasterio, que dedican la mayor parte del beneficio para obras sociales. La definición es amplia y los hay rigurosos y sin límites en la aplicación del precepto. Pero usted ya sabe, la gula mata.
Hay otras cervezas que se anuncian como “de abadía”. Algunas buenas, pero no tienen nada que ver con los trapenses. Lo que nada dice de su calidad. Que en esto, aunque los monjes fueron maestros, hay muchas manos que fuera de los altares también hacen productos de “la hostia”

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