domingo, 26 de agosto de 2012

Luz en la muerte: Cabo Vilan

 
La historia es la de siempre. Unos la hacen y el otro cobra. Fisterra lleva el nombre. El tenebroso es Vilan. La vista no da para confundirse. Ni la foto engaña. El faro inhiesto de Vilan, allí puesto, en erección permanente sobre el granito de “A Costa da Morte” no tiene nada que ver con la choza mal encalada de Fisterra. Allá abajo, en el mar no hay ningún navegante que se confunda. Pasar Vilan es pasar el tenebroso. Lo otro es literatura. Si no que se lo pregunten a las almas del Serpent que cada noche le ponen opera al Océano de respecto.

 
Vaya a Camariñas, que es puerto de mareantes serio y no de señoritos.
A papar. También puede ir a contemplar como las políticas del ladrillo destrozaron un hermoso pueblo de pescadores. Pero para eso no hace falta ir tan lejos. A un paso le queda el cabo. No contemple el plástico del capital noruego que fabrica rodaballos de plástico. Una de las múltiples desgracias ppeperas. Siga la pista al faro. Si le da miedo rece. No sirve para nada pero se entretendrá mientras llega a la puerta del faro. Allí conviértase en cabra y trepe por el granito rosa. (¡Alcalde! ¡Inútil! A que esperas a vender el concepto de la Costa de Granito Rosa, que no gris. De nada, preas). Desde donde pueda fíjese en Vilan de fora. La mierda de piedra que complica el paso del cabo alargándolo hasta lo insoportable. Lugar horrible en los temporales de invierno. Cuando la piedra a pesar de su altura ni se ve cubierta por las olas del Océano encabronado. La apoteosis poder verlo. Por cierto, atarse al terreno si hay viento y no quiere volar.

 
Si no le da el agote súbito puede patear la senda de los percebeiros. Es parque natural. Es disfrutar de la naturaleza como alguna vez fue. Luego a Camelle, o de vuelta a darse a los pescados en Camariñas. Y recuerde: allí empieza el mundo aunque algunos hablen de la muerte, mito atlántico. No más

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