domingo, 18 de noviembre de 2012

La sal del capital

 
La sal del mar fue producto de lujo. La exportaban hasta mas allá de la vuelta de cualquiera esquina. Se uso para todo. No solo para cultivar su paladar y subirle la tensión arterial. Gracias a ella aprendimos a conservar. Para ir, llegar, mas lejos.
 
La sal del mar es asesina. También. Metáfora del capital que todo lo corroe tras la sonrisa y el sofá de cuero de la entrada en el que no te puedes sentar. Que se lo pregunten a los que viven en la costa. Aquellos que convencidos cambiaron los ventales de madera de carballo –roble en su idioma- por el aluminio barato que se deshace por dentro sin que lo notes. O a los hombres de papel que se subieron a los barcos de acero que se rompían de mala conservación y peor calidad, ambos.
 
Aquí tienen los fondos de poliéster del Ceive, velero nórdico de popa divina para navegar por los océanos. El salitre asesino que se llevo en 6 meses la protección para no ser devorado. Limpio, después de sacarle los mejillones que a pesar de ser teóricamente imposible se cuelgan de la pintura biocida que presume de ser exterminadora.
 
Al final, si lo ves, es como la lucha contra el poder de ellos. El arte de sobrevivir sin que te maten. El ir capeando el temporal y los ventarrones; que no son lo mismo. Mientras tanto, puedes deleitarte contemplando las tonalidades azules de un cuadro perfecto, ya que hasta de lo pernicioso se hace arte. Si no que se lo pregunten a los que siguen votando a los que los sodomizan aunque no les guste y se mareen solo de la idea del sexo anal.

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