sábado, 23 de noviembre de 2013

Viaje a las Ardenas belgas


El pueblo viajante se empeña en patear la dysneilandia de Brujas, los museos de Gante, el Bruselas decadente al que  todos llegan, Malinas de la nada para los intrépidos. Los locos se acercaron a Ostende y huyeron despavoridos ante el hormigón y la arena. Pero hay mas.

Bélgica es tan pequeña como inmensa en variedad. Las Ardenas lo demuestran. Con sus bosques y valles siempre poblados. De vida. La naturaleza salvaje, los árboles de hoja caduca, nogales para mantener a la fauna, incluidos los holandeses maleducados de dinero. Sus cerveceros elaboran los mejores elixires. La política de guerra a muerte entre los tres idiomas imperiales. Sus pueblos unidos y con los otros cabreados. El agua es francesa, lo más salvaje y puro se vive en alemán, el holandés es la masa turística de las canoas y las btt.

Con calma le iré contando la última excursión. De momento mírela.






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