Ir a
Islandia es una idea imbécil. No se apure, se lo explicare otro día. Llegar es
sublime. Se acumula tanta hermosura en tan poco tiempo que uno se olvida del
resto y, enajenado, vuelve a saber porque fue.
Ir se
va en peregrinación. Como a todas las
mecas. Islandia se ha convertido en lugar de culto de la progresía europea, los bien
pagados yanquis, los chinos que lo miran todo, los japoneses que van a donde va
Vicente, rusos ya no hay...
Islandia
es una iglesia cara. ¡Carísima!. Esta usted avisado. Le faltara dinero, mucho.
Tiempo, mas. Sera robado con gusto. Gastara todas las tarjetas que a llevado
haciendo la misma foto. Siempre distinta.
Si le da la inteligencia comprenderá que dura era la vida y a veces
sigue siendo.
El
espacio es inmenso. Que no lo engañe la cartografía. Hacer cien kilómetros exige
dos horas. A veces mas. Alguna vez menos. Por el camino ira parando sin
pensarlo. Por lo que llegara tarde o no llegara a donde había pensado. ¡Hay
tanto que ver! Ponga tratamiento si lo suyo es la programación. O se perderá casi
todas las maravillas.
Su
cuerpo sufrirá si no va preparado. Allí no hay verano ni invierno. Hay, todo
junto, todas las estaciones y alguna mas dentro de las 24 horas de un día. Le aconsejo
que se documente detalladamente antes de partir.
Se lo iré
contando. Sin literatura.
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