Oostende
creció del expolio. Lo que robaban en el Congo bajo el mandato del negrero rey
protector, un Leopoldo de mala memoria. Les valió de poco. Construyeron
fachadas de grandeur sin contenido. Hoy viven del turismo barato después de
haber destrozado la costa con apartamentos de mal gusto.
El
capital de Bruselas va a Knokke. Los ricos holandeses de Brabante a De Panne. Mas al norte, mas al sur. Ninguno es mejor.
El cambio solo se nota en las tiendas de lujo para amantes aburridas en tarde
de domingo.
Presumen
de dar comer bien al mundo. No lo crea. Lo de bien lo entienden como sinónimo
de abundante. Lo que calma estómagos hambrientos y mal educados. Kilos de crema
fresca en mala copia de la insania francesa es derrochada en platos de buen
pescado. Si de todas formas insiste, los mejores restaurantes de modico precio
los encontrara en el muelle, cerca de la estación de ferrocarril.
De
haber llegado, ya que allí no se va, puede contemplar el devaneo del pueblo por
el paseo marítimo de grandeza imperial. La pequeña burguesía de solaz. La
pequeña burguesía sin ideas.
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