jueves, 20 de noviembre de 2008

Honfleur



Dicen los folletos que hace tiempo Proust se atizaba por estos pagos de magdalenas. Algún tugurio incluso presume que ellos venden las únicas y genuinas. Como resuelven la cosa siendo mas de dos no lo aclaran. Sera que Proust tenia muchos dobles. Lo jodido es que tomadas con café, al gusto español, están buenas. Aunque luego venga el vegetales y nos cuente lo que ya sabíamos: es malo para el BMI. Mierda con esta modernidad. En los tiempos de Proust nadie se preocupaba con estas caralladas.
Seguimos leyendo la lista de los pintores conocidos y desconocidos que pintaron por aquí. La tradición se mantiene en forma de galerías múltiples, desde la pija parisina a la proleta para yanquis despistados. Es algo que me intriga: jamas se ve un cliente, un curioso, dentro. Casi siempre una ninfa bien colocada que consume las horas detrás de un teléfono, ordenador o libro, por este orden, o un cincuentón que relee el periódico aburrido o contempla desde su terraza privada el discurrir de la calle.
Así pateamos Honfleur, buscando el restaurante donde a precio proletario llenar el bandullo como un obispo. Los encontramos detrás del muelle. Busque el Bistro du port. No lo engañaran

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