martes, 9 de junio de 2009

Con los ojos también se come



Pedí una fritada de pescado y me pusieron lo que ve en el plato. Estaba comible. Incluso estaba bueno. Pero sabia a poco.
Era lo que ahora los modernos llaman comida casera. Lo que antes te hacia tu abuela siempre, tu madre de domingo, o la prima escapada del convento los días de fiesta. Algunos incluso la han convertido en un mito. De pureza. Algo así como el sexo de una virgen preñada virtualmente.
No sabe como las caralladadas afrancesadas llenas de creme fraiche. Tampoco sabe al plástico postmoderno. Sabe a masa, plato lleno, de sabores macizos, límites claros, ningún claro obscuro que confunda.
Una delicia.
Pero el ojo también quiere algo. Es como saber que la Toñita lo chupa mejor que nadie, pero todos buscan a la Barbi de plástico.

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