domingo, 14 de junio de 2009

¡Yo también quiero un Land Rover!


No me diga que no se le levanta la libido. La otra. La de la envidia.
No me diga que no se ha visto recorriendo las pistas de Islandia en un cacharro como este. Entre los abetos camino del Cabo Norte, sorteando caribús. U ovejas en cualquier rincón perdido y lluvioso de las Hebridas. O más cerca de casa, entre los acantilados de Ortegal, en peregrinación con las demás almas en forma de invertebrado, ya que alli “vai de morto quen non foi de vivo”. O si usted es de los frioleros, jodiendo los riñones en los baches del Serengueti africano…


Pues de eso nada. Entre los arboles del camping de Venecia y contento. El suizo salió despendolado cuando llegaron los primeras lluvias y ya no volvimos a verlo. Una ironía. La lluvia. En un Land sin calefaccion.
En las fotos no se ve, pero la carrocería estaba adornada con todos los nombres de los destinos más exóticos que te puedes imaginar. Con espacio para poder marcar que hasta allí habías llegado. Algo así como el mítico Barón Rojo pintaba una raya cada vez que destrozaba un avión aliado. Pocas cruces tenia nuestro aventurero. A pesar de los años. ¿Sería que el coche era nuevo? Envidia. Nada más que envidia, lo nuestro


La desilusión llego cuando le vimos el morro. Era una Santana español. La mierda esa que hacían en Linares antes de que Iveco la comprara. Unos vehículos peligrosos, que vuelcan en cualquier curva. Si no, que se lo pregunten al ejército español, que después de haber comprado unos 3000, los tienen aparcados ya que nadie se arriesga a morir en esos féretros moviles. Todo por la patria, pero con sentido. Fue el pago de los socialistas a los votos de la miseria y el puesto de trabajo.
Por cierto, ¿ ha viajado alguna vez en un Land Rover? No lo haga. A no ser que usted sea practicante del SM. Cualquier Toyota Land Cruiser es mas cómodo, mas rápido, más barato.

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