martes, 8 de septiembre de 2009

García y el Bouquiniste


García, hace tiempo que se murió. La marina a la que suministraba también. Nada de eso existe ya. La tasca si se mantiene. En el verano con los turistas. En el invierno con los parroquianos adictos a las tradiciones del sur. Dentro podría usted pensar que se encuentra en un tugurio hispano si no fuera porque a la mierda le llaman merde. Por ejemplo, el vino que te pone si no te fijas. Pida un rosado de la Isla, de Oleron. Se evitara dolor epigástrico.
Salga pronto y métase en el tugurio de al lado. Entre los cientos de libros viejos y postales de los tiempos en el que García vendía vinos buenos a precios bajos. La Bouquinista, es una, le dejara incluso que se siente con el vino en la mano a revolver entre historias de náufragos, el descubrimiento del polo sur, el tomo II del Capital en versión Casa de las Américas de Cuba, las obras completas de Sade encuadernadas en piel con hilo de oro del año 35, un tratado de papirología…cuando se de cuenta es hora de cerrar. U otro rosado de Oleron.
Cómprele algo a la Bouquinista. Se lo merece. Practica el asilo de los desamparados viajeros que deambulan por la Rue de San Nicolas bajo el calor veraniego de las tardes rochelianas. Al García, el nuevo, después de la foto, ni la hora.

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