domingo, 15 de noviembre de 2009

El Reichstag como metáfora del exhibicionismo eyaculador


Antes de volver a casa ya que no se puede andar eternamente zascandileando por otros pagos, nos fuimos a ver la pornografía del poder político.
No crea usted que eso es una potestad de los germánicos. Sin ir más lejos, en la aldea donde yo nací, gobernada hoy en día por un inútil que no sabe ni chapucear ingles aunque lo reivindique a todas horas, se gastan el dinero que no dan para comprar libros de texto a los estudiantes, en una colosal ciudad de la cultura levantada en el medio de un monte, que no saben para que servirá ya que los edificios descomunales no tiene contenido. Han creado una comisión de ideas para que nos digan qué hacer con el mármol importado de Brasil.
Pues aquí, lo dicho, lo mismo. La reunificación alemana no solo consistió en arrejuntar dos estados. Tambien en gastarse una millonada en reconstruir Berlín, deshacer Bonn, levantar colosos de cemento para demostrar el poder del nuevo ente.
El pueblo aplaude ya que lo que nos va es el empalme de los poderosos. Mi abuela, en paz descanse, que era cubana fidelista de derechas, mantenía con razón que el pueblo lo que quiere son presidentes con cojones que les marquen el camino. Sean en forma de objeto o de carne y hueso. Pues eso es el nuevo parlamento alemán: hormigón eyaculado donde los padres de la patria compensan el prostatismo real y mental.

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