miércoles, 5 de mayo de 2010

Enfermos del corazón


Antes de partir hacia Roma me fui a ver en que estado se había quedado el bote después del temporal de hace tres días. Ni planificado. Llegue a tiempo. En el momento preciso. Para cogerlos en la masa.
Allí estaba el, con las amarras de popa tirando. Ella, en la proa, soltando. ¿Qué hace usted con este bote? ¿Su sitio? ¿No me diga? Ni se le ocurra tocarlo…
De repente lo dijo. En escopetazo, Con acento de hijo de puta. Como disculpa de su inteligencia ausente: ¡oiga que soy un enfermo del corazón!
Otro imbécil mas de esa tribu que pasea su miseria imaginaria solicitando derechos que no tienen pero reclaman. Siempre acompañados de una hembra podrida con alma de enfermera redentora. Ellas que cuidan el vacio inexistente. ¡No le diga nada que le sube la tensión y le puede dar algo grave! Carta blanca para seguir de parasito. Pues que le de señora. Debería agradecerme que la libere de semejante cretino. Hace que no entiende de que va. Puro masoquismo lo suyo y no la fusta de sm.
Al final compran con teatro barato lo que pagamos todos: una plaza de aparcamiento para minusválidos en primera fila. El mejor acceso a cualquier sitio. La vista excelente. El lugar más tranquilo.
Quien le cuenta a uno de estos miserables que la mejor terapia para bajar su cardiopatía es moverse?

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