martes, 18 de mayo de 2010

Curso de sobrevivencia en las autopistas europeas


Cansados de aguantar parásitos, sufridos, catetos, estúpidos, hambrientas de atención, idiotas varios, etc. Cansados y doloridos del atracón final de trabajo para tener el camión –casi- a punto. Partimos hacia Roma.
Con calma. No la nuestra, que no tenemos, si no la que impone la modernidad de las autopistas del desarrollo europeo.
En Holanda ruedas en fila permanente e interrumpida. En Alemania se cambia a la fila por etapas. Km lento, km más lento, km lentísimo. Aderezado aquí y allá de par km en los que los suicidas pueden poner sus bólidos a 180. Cada vez menos. Los espacios. Que suicidas en BMW y Mercedes sigue habiendo a mazo. Ahora han complicado la cosa dejando que los firmes de las carreteras se pudran. No se trata de baches o agujeros, que los nórdicos no estilan, si no simplemente de asfaltado pasado.
Los suizos se han gastado el presupuesto en mejorar la seguridad de sus abundantes túneles. Lo que se agradece cuando hay accidente. Por eso no protestaremos mientras vamos dando botes entre asfalto caducado.
Lo de los italianos ya es otra cosa. Le llama autopista, y cobran, a una carretera de dos carriles estrecha, curvada y peligrosa, llena de unos tipos que hacen todo lo que el resto de los mortales consideran una temeridad. No, no les hablo de que todos van colgados del móvil mientras gesticulan. Tampoco que ruedan por el medio, ancha es la mía. Menos que paren donde les da en gana. Pecado venial que adelante por la derecha… Se les perdona lo que sea menos el daltonismo crónico que todos ellos padecen: ¿Parar en rojo? ¿Para qué?
A pesar de todo llegamos.

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