domingo, 20 de junio de 2010

Florencia


Deje Roma. Que a mí, aunque mi amigo Perfecto Conde me excomulgue, no es una ciudad que me orgásmice. Hay que ir. Hay que verla. Hay que sentirla. Conocer lo que es el caos. El ruido. La ley de la jungla de la corrupción mediterránea. Hay que marcharse.
Volví a Firenze, Florencia. La ciudad de los señoritos. La villa grande de los intelectuales. A donde hay que ir y quedarse mucho. Tiene menos piedras que Roma. Cierto. ¡Pero hay tanto que ver en Firenze!
La Galleria dell'Accademia, a donde vamos todos, fue la primera escuela de arte en Europa. El mundo, pues.
Uffice y sus Botticelli. Si usted no los ha visto no entenderá jamás lo que es una pintura.
Pero hay más. Mucho más. Uno no se puede morir sin haber pasado horas en el antiguo convento de los dominicos. El Museo di San Marco. Contemplando la función real de la pintura fuera de esos cementerios de arte en los que hemos convertido los museos modernos.
Patee sus iglesias. Su mercado del cuero. Sus cafés americanos. Sus heladerías. Contemple el rio desde el puente viejo. Cruce al otro lado, donde están los locales, los restaurantes no turísticos, los mejores vinos. Busque una de las iglesias más hermosa de Europa: San Miniato al Monte, un poco más arriba de la Plaza de Michelangelo. La excursión merece la pena.

No hay comentarios: