sábado, 19 de junio de 2010

Turista pobre, turista burgués


Pateando las calles de Roma te encuentras con todo tipo de pueblo. Al lado del pueblo se mueve la masa. Detrás de la masa vienen los turistas.
No son los más llamativos pero si los más interesantes. En dos metros cuadrados ves el abanico del mundo. Tenemos la manía de clasificarlos por países o pasaportes. Es lo fácil. La vestimenta los delata: los tacones de las yanquis empantalonadas acompañando los Adidas chinos de los caballeros. Los zapatos bajos de las valquirias holandesas junto a las sandalias misioneras de churros rubios embutidos en pantalón safari y una prole de maleducados vociferantes. Los tranquilos y prácticos alemanes empeñados en pasar desapercibidos. Las francesas apártese usted consortes de los ¿ todavía no me ha visto? Ruidosos y pequeños hispanoparlantes que se mueven como abejas tocándolo todo sea mester, útil, o prohibido. Los ingleses, hombres, borrachos desde el amanecer. Las inglesas, hembras, borrachas y despelotadas desde el atardecer.
Las muñecas rusas ensenando el Dior, solas. ( Ellos están trapicheando en otro lado).
Los grupos de chinos. Todos uniformados aunque intenten desesperadamente evitarlo. Mas grupos de japoneses. Igualmente uniformados. Los viejos delante. Los jóvenes detrás. La maquina al frente. Etc.
Al final, después de la exhibición, todos vuelven al hotel, pensión o madriguera, y lo que queda son los hambrientos. Los más pobres, del bocadillo. Y dos o tres ricos, en el restaurante de turno, y con suerte de moda. La ciudad vuelve a ser tomada por el pueblo. La masa ha desaparecido

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