miércoles, 6 de octubre de 2010

Comer a la carta


Detesto esos restaurantes de cartas voluminosas, donde todo es posible y nada especial. Mazacote de páginas llenas de manjares para toda una vida.
Paseando estos dias por el puerto viejo de La Rochelle, me encontré con la carta perfecta. ¿Qué más quiere? Unas buenas ostras regadas con un vino soberbio y , para calorías, el mejor postre del mundo: isla flotante. El resto sobra cuando fuera el calor aprieta. En el Café du Nord, por cierto

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