miércoles, 19 de enero de 2011
Cancale, tierra de ostras y tugurios
Al lado de St-Malo. Convertida en centro de peregrinación turístico gastronómica. Aireada en todas las guías. No tiene nada que ver. El pueblo. Jamás lo tuvo. El puerto de la Houle es otra historia. Hoy ya acabada. Fue en otro tiempo un puerto de arena bien resguardado de las suradas. La primera vez que fui fue a contemplar la primera reconstrucción que se hizo de una bisquine, La Cancalesa. Contemple este portentoso barco que hoy sigue navegando con pasión. Navegando. Ese fue el gran merito de los cancaléses: en vez de construir una réplica de museo hicieron un barco para navegar. Se lo encontrara en cualquier lugar de la costa bretona entre abril y septiembre. Me lo encontré arrimado al espigón del puerto. Desarbolado. Listo para sobrevivir el invierno.
Los miles de bares, restaurantes y tugurios estaban cerrados. El frio mes de enero no da para turistas. En verano es horrible. Masas de todo tipo despilfarran euros chupando ostras y Sancerre malo.
Todo el pueblo vive de las ostras. Tecnificado su cultivo con plataformas de aluminio ingeniosas. La ostra de Cancale era una referencia en Francia, como la de Arcachon. Era. Hoy las está matando el virus intratable. Las cosechas disminuyen. La ostra empequeñece. Ya ni carne lleva.
Siempre me ha sorprendido la atracción de la ostra por la masa. La asociación con el sexo de las hembras hace milagros. Aunque yo, siguiendo al difunto Luis Mariño sigo clasificando a los mujeres en términos de sabor de mermeladas. Pero sobre perversiones no hay nada escrito. En cualquier caso, si a usted le va la asociación, chupe otra vulva ya que la de Cancale, al día de hoy, esta pasada.
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