lunes, 17 de enero de 2011
Dinan
Es una de las maravillas de Bretaña. Villa museo. La patean pocos. Tiene la desgracia de quedar a desmano. Lejos de toda ruta a dónde vas Vicente a dónde va la gente. Es la ventaja del viajero: se mantiene relativamente virgen; como las putas de pego. Ciudad de granito con calles adoquinadas. Invadida por artistas, createurs, poetas sin ninfa, traficantes de copias, artesanos de la postmodernidad, exex, señoritas étnicas, y demás parásitos del turismo intelectual moderno. Viajar fuera de épocas tiene la ventaja que no los encuentras, ya que son pocos, y se han ido a veranear con el botín a lugares más cálidos.
Busque la rivera del rio Rance. El puerto. Donde están los bares y la vida de película. Una mentira piadosa en donde puede jugar a ser el timonel de bucanero de altura a la búsqueda de una Antonia para rebozarse. Estaría perfecto en cualquier película de piratas o el relato de la BBC sobre la peste bubónica siglos atrás.
Pruebe la capacidad de su corazón trepando por la empinada rué du Petit Fort que sigue por la rué du Jerzual, donde le venderán a su madre disfrazada de abalorio de artesano moderno. Todo eso inútil que usted jamás ha deseado pero ahora que estamos aquí, ¡menuda maravilla!
No se pierda el pub para modernos en la plaza de la iglesia, basílica, de Saint Sauvert, que luce un esplendido pórtico románico del siglo XII. Dan Pelforth como dios manda
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