sábado, 22 de enero de 2011

St- Malo, las mentiras del mito


Cuentan las guías que es el destino numero uno de Francia. Será. En el verano son torrentes de turistas los que recorren las calles adoquinadas de intramuros. Los imperialistas franceses lo venden como la republica independiente, no bretona, álgo francesa. Es una mentira política de la derechona: siempre fueron bretones hasta la medula de sus cojones y ovarios.
La convirtieron en una cueva de piratas para atraer turistas. Piratas allí jamás hubo. Corsarios en nombre de El Rey y en el bolsillo del armador, fueron pocos. Algunos como Surcouf, mercenario a sueldo de Napoleón, hizo fama sobre todo por ser un notorio traficante de esclavos cuando esto ya estaba abolido. Daba más plata y era menos complicado que encontrarse con el inglese que devolvía con precisión los golpes en un mar un tanto estrecho para hacerse el héroe.
Amantes de lo ajeno siempre fueron. St-Malo existió siempre bajo el nombre Saint Servan. Allí sigue estando hoy la vida cotidiana de los bretones. Allí está el dinero.
Se hicieron ricos cuando los armadores escapados de Cancale tras la revuelta revolucionaria de los terranovas de Port Houle, en intramuros se apalancaron. Así creció su puerto, con la sangre de los mareantes que sus vidas jugaron pescando el bacalao que alimento generaciones de hambrientos.
Destruida por los aliados durante la segunda guerra, fue reconstruida “en estilo”. Nada de lo que usted hoy puede contemplar se parece a lo que fue. Es una reconstrucción virtual que algún día se la comerá la sal, olas, y viento. Mientras dure, vaya a verlo, en invierno. Cuando ni turistas hay y solo los bares de siempre están abiertos.

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