lunes, 28 de febrero de 2011
Gilse lijn
Va de nada a ninguna parte. Recta como una i. En otros tiempos fue línea de ferrocarril. Cuando el textil se hacía en Tilburg. Antes de que los chinos escogieran el camino hacia la prosperidad vía la esclavitud de la maquina Singer. Sustituyendo a los galaicos empeñados en lo mismo.
Tilburg ya no tiene fábricas donde se acumulen los tejidos y la plusvalia. Hoy es un centro de distribución europeo donde fabrican modernidad enlatada. Sus nuevos proletarios de salario alto recorren con buen tiempo la línea de Gilse. Con un pequeño esfuerzo de pedaleo los lleva a Barle Nassau, ese enclave belga en la Holanda católica, que vive del contrabando de todo lo posible: armas, fuegos artificiales, sexo, cerveza. A la última se tiran familias enteras después de recorrer los treinta y tantos km desde Tilburg.
Más allá queda Riel. Donde hoy no hay nada. Ayer tampoco. Nadie sabe cómo tuvo estación. Hoy tiene una de las rutas de bicicleta más hermosa de los Países Bajos. Perfectamente asfaltada entre árboles que cortan el siempre presente viento asesino. Pero antes hay que llegar a nada. Demasiado camino
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