domingo, 6 de marzo de 2011

Amberes







Tienen alma de pueblo grande. Tiene alma de segundona. Es de segunda. Modelo madrileño del resentimiento de querer ser y no poder. Capital de los flamencos que durante siglos fueron –literalmente- carne de cañón de los que mandaban. Reinventaron la historia corta que tienen desde que se hicieron belgas. Acusando a los generales valones de haberlos mandado al exterminio en la gran guerra. Todavía no hay ninguno que tuviera los cojones de reconocer que un pueblo que obedece órdenes que no entiende es un pueblo de imbéciles. El día que lo consigan se curaran el trauma. De nada por la consulta. Es gratis.
Siguen acomplejados por el porte de los bruselianos. Esos señores y damas que se enriquecieron robando a mansalva en Congo. Les dio para levantar un país en Europa, Bélgica, que ahora se deshace. Nunca existió.
Amberes provinciana creció desde la segunda guerra mundial apoyada en un puerto que servía de complementario del gran Rotterdam. Se lo hicieron muy bien y hoy compiten con el gran hermano a base de precios más baratos, pasarse las reglas por el forro, permitir lo prohibido, mirar para el otro lado.
Todo al estilo católico que cultivan para diferenciarse de la arrogancia calvinista del primo zumosol holandés. De puertas para dentro. No espere ver putas en el barrio chino ensenándose tras los cristales. Para eso hay que navegar hasta el país de la reina naranja. Aquí todo muy cristiano detrás de los visillos.
Las únicas putas que se ven por las calles son las ricas señoritas holandesas que se pasean en fin de semana gastando el dinero negro en los comercios de lujo y marca que dominan el centro de Amberes.
Más al sur, en el barrio Zuiden, se encontrara el pueblo moderno y letrado, las tiendas de todo y nada, la copia americana, más holandeses votantes de los verdes, más holandeses votantes de los liberales, más holandeses. Holandeses por doquier. Amberes es capital de provincias para patear en un día y ver cómo se va convirtiendo en una urbe moderna donde vivir es agradable: todas las ventajas de la gran ciudad, todas las ventajas del pequeño pueblo. Yo me pierdo en sus bares, librerías y tiendas
Debe verla, como Pontevedra, vamos

1 comentario:

Rocio dijo...

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Rocio del Pilar
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