miércoles, 23 de marzo de 2011
En Viena olvídese de Freud
Berggasse 19. Era la dirección mítica. En los años en que presos del aburrimiento que imponía el general, nos dedicábamos a asesinar el tiempo leyendo hojas y hojas en la Compostela todavía no destrozada por la imbecilidad peregrina. Toda una inversión los tres tomos de las obras completas del señorito judío, que más tarde vendería Alianza a parroquias y en versión bolsillo barato.
Jamás me fascino. Siempre pensé que aquel señor de mirada severa además de escribir bien disimulaba algo. Luego descubrí que se mataba a polvos blancos y de los otros. Luego supe que sus masturbaciones producían, en palabras de Woody Allen, que te gastes 10.000 dólares en el psicoanalista para descubrir lo que ya sabias: jodida la relación con tu padre. Luego presencie que no tenía ninguna respuesta para los enfermos mentales que tratábamos. Luego … lo más duro fue leer como fue aniquilado por Edward Shorter en su historia de la psiquiatría: su gran éxito se debió al nazismo; de no ser por los nazis no hubiera pasado de ser un medico avispado para las aburridas judías adineradas de Viena.
Todo lo anterior no es argumento para desanimarlo a visitar la casa de Freud en Viena. El desánimo es llegar y encontrarse que todas las reliquias que usted desea ver hace años que se encuentran en Londres, donde Freud paso su últimos años. Es el pago que el judío le dio, con razón, a aquella sociedad convertida militantemente al nazismo. Aunque hoy ya no se cuente Freud abandono Viena disparado antes de que le disparasen.
Eso, evítese buscar lo que no hay
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