jueves, 26 de mayo de 2011
Adios, pirata
Era el niño de la película. La niña de mis ojos. El Valium que siempre funciona. La distinción constante. El sueño de todas las noches. ¡Una locura haberlo comprado! ¡Del trinque! Un poliéster famélico montado a prisa en un chamizo de una aldea pérdida de la Gran puta Bretaña por un explotador de portantes de media neurona. Siempre lo he dicho: Es un cabrón, pero construía -en pasado- los mejores botes de Europa. El Landrover del mar. Un bote de 6 metros que vuela entre las olas sean como sean. A ras del agua. Submarino seco si no te asusta tanta violencia a tu alrededor. La recreación moderna de las dornas marineras de Galiza Ceive, los botes de inspiracion noruegos, los whaleboat yanquis, las canoas do Tejo…
Ayer se lo vendí nuevamente al que me lo vendió. Por un precio más que aceptable. Negocio para los dos, en reparto proletario. La espalda de uno ya no es lo que fue y no poder estar de pie te acerca a la hernia. Lo cambiamos por otra cosa para navegar por otros océanos.
¡Que las sirenas se abran a tu paso pidiéndote que les achuches el botín! ¡Sigue navegando pirata! De buen seguro te llevara M. a deslizarte entre las olas de la última frontera salvaje del mar del norte: el Waddenzee, allá por los pagos de la reina naranja
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