domingo, 9 de octubre de 2011
Antropología hotelera
Desayunar solo da para mucho. Se te engrasan las neuronas ante la necesidad de no indigestarse con el aburrimiento. Unas veces. Las más es el placer de filosofar contigo mismo, momentos mágicos en la sociedad del ruido.
Tomándome el croissant de antes de ayer, recalentado, con queso de barra plastificada y miel de origen desconocido, capuchino de máquina y zumo de ladrillo, quería decir naranja, no hay más alternativa que observar a los distinguidos clientes o salir de estampida al bar de la esquina.
El sábado, de mañana, estába el restaurante del hotel donde duermo lleno de ninfas entre los 20 y los 65 años. Todas hermosas. Exquisitas. De negro la mayoría. Pantalones ajustados embutidos en botas de caballería. Las que presumen de piernas, pantalón corto o minifalda exigua. Ellos, están todas acompañadas, fueron alguna vez joven e insisten en cultivar la ilusion de serlo. Vaquero de marca, zapatillas de precio, chales de lino, riguroso luto, ¿por la muerte de la juventud?, gafas redondeadas… desayuno frugal de frutas y yogures. Son la vanguardia de la Europa cosmopolita que turistean en Bruselas capital. Salen pronto a la calle que hay mucho museo y reliquia que ver. El consumo de cultura enlatada como mandamiento.
Eso fue ayer. Hoy domingo, las ninfas y sus señores aun duermen después de los orgasmos. Su lugar ha sido ocupado por los usuarios de los múltiples IMSERSOs europeos. Usuarias rellenas, ya que la mayoría son hembras. Vestidas de pantalones como manda el uniforme del ejército proletario. Pelo corto, mirada torcida. La modernidad solo les ha entrado por los pies. Que duelen. Y no hay nada más cómodo que calzar multicolores, horrorosas digo, zapatillas deportivas. Alguno de ellos, siempre macho, da su toque de socialdemócrata arrastrando una mochila para lo que pueda pasar. Absortas delante de la técnica, contemplan la máquina del café mientras deliberan como atacarla. Tras varios intentos sale el dichosos capuchino y aplauden a la héroe con un “c’est magnifique”. Han vencido una vez más las amenazas del poder. Si no se apresura llegara a las sobras. Tiene hambre milenaria. Hacen acopio de calorías para todo el día.
Consejo: los domingos no desayune nunca en un hotel. Lo dicho: al bar de la esquina, brunch, con champagne, pate, y croissants de verdad
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