domingo, 1 de enero de 2012
El aparador cubano de doña Ernestina
Dice la leyenda familiar que el comandante Fidel intento tirarlo al suelo cuando la tía Mercedes le dijo en la cara que era un preas, en el comedor de su casa de Matanzas. Doña Mercedes, que había nacido en Lancara, Lugo, jamás perdió sus dejes de gallega de sí. Abonados por Ramiro, su hombre, que después de vivir 52 años en Cuba, seguía sin decir ni una sola palabra en español. Ya era hora de que los cubanos aprendieran el idioma universal: o noso.
Mantiene el mito que Fidelito, así se quedó siempre para Mercedes y Ernestina, hermanas, pregunto escupiendo rabia: ¿Y eso de preas que significa Mercedes? Que te has vendido al ruso traicionado a la revolución…
El aparador sigue en su sitio. Atornillado sí que estaba. Me costó dos días desmontarlo. Como las hermanas lo llevaron a Galiza nadie lo cuenta. Si no las mandaron al camposanto fue por respecto al hijo que se jugó los huevos y la vida en la sierra, hasta que se lo llevo un tiro de Batista. Hoy es un héroe cubano. Su hermano un lagarto en Miami. El resto fue expulsado del paraíso y se pudren en el asilo galaico.
El aparador reculo en los Países Bajos. Me lo traje en un remolque de aluminio que adquirí en Betanzos, Mallón. Jugada perfecta. Habia que conservarlo a cualquier precio. Se lo revendí, el remolque, no joda, a un holandés con ganancia.
Hoy, el aparador de abuela Ernestina guarda la cubertería de Sargadelos, los cuchillos de los indianos, la guinda única da nai, las navajas francesas, la cuberteria de plata de los frisones, el caos de los hijos, las botellas por beber.
Mantengo que jamás ha estado en Cuba. Y menos que Fidel intentara tirarlo. Pero les juro que si lo hubiera intentado jamás lo habría conseguido. Montado en tornillería galaica me costó dos días desmontarlo y tres levantarlo. Metáfora cubana por aninovo
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