sábado, 4 de febrero de 2012

Frio dentro, frio fuera


Mi madre, señorita galaica, sacaba a pasear el abrigo de pieles de ya no me acuerdo que animal, con la llegada del otoño. Debe de seguir haciéndolo. Ella y consortes. ¡Es que hacia tanto frio! Jamás lo entendí mucho. Pero, ya saben, la rebeldía del adolescente.
Hoy, muchos años después, sigo sin entenderlo. Donde ando estos días marca el termómetro -16 grados, y ya ven ustedes que se sigue pedaleando. Es la máxima de la vida que hasta los imbéciles entienden: si dejas de pedalear, te caes.
A pesar de la sencillez de la lección siguen sin entenderlo. Hay por ahí tipos que siguen discutiendo si salen a organizar el futuro, o se quedan dentro de la casa que ya no es de ellos, ahogados por la calefacción agobiante. Habría que explicarles la esencia de la naturaleza. No se trata de estar dentro o fuera. El frio que sientes no lo marca el termómetro. Depende fundamentalmente de lo que haces.

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