domingo, 8 de abril de 2012
Botando tronos
A mí los tronos nunca me excitaron. Demasiado barroquismo andaluz. Al menos en la versión donde yo lo mame. Que no era más que copia mala de las costumbres del sur traídas por los marinos andaluces. Tuve que esperar muchos años hasta contemplar procesiones minimalistas. La sobriedad nórdica, que es lo que me priva.
Seguimos paseando tronos en procesión. Aunque ahora, de ateos militantes y convencidos, le llamemos otra cosa. Allí está la procesión de los señoritos currantes en el muelle de Den Osse. Jodiendo las manos intelectuales para darle brillo al bote. Adornando el día supremo, en que se le (re)bota para surcar aguas.
Uno tras otro. Cofrades de penitencia que estamos en la semana santísima, aunque ya nadie se acuerde de lo que celebran. ¿O es conmemoran?
Los señoritos pasean sus egos, su estatus, sus pelotazos, sus euros ganados a base de consumirse en horas o segundos. En el mar que siempre estuvo lleno y hoy llenísimo. De barcos. No de peces. Que ya no hay. Es la procesión del desarrollo norteuropeo.
Hay más botaduras. La primera cerveza del año a bordo. Saciarse con elixir rojo proletario versión trapense en vaso de vino francese. Que sabe a gloria. Mientras el frio te penetra hasta lo más profundo de los huesos y el viento aúlla su poder entre los mástiles.
No importa. Amarrado está el trono, que se mece sin costaleros entre las ondas que van y viene. Ya ven, haciendo procesión pagana. Que aquí también tenemos cofradía
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