domingo, 20 de mayo de 2012

La competición por las proteínas


Se pasan la existencia luchando contra el mar. Lo han colgado de bandera. Se han convertido en expertos. Lo exportan. Forrándose. Es una inutilidad. Todos, ellos también, saben que un día, durante una tormenta perfecta, volverá la ola a llevarlo todo por delante. No importa. Nada estimula más el crecimiento que la lucha por sobrevivir. Aunque ahora los aldeanos de tierra a dentro vendan la mentira de conservar lo que no es tuyo.
Algunos inventos para controlar el mar son espectaculares. Se lo he contado alguna vez. Como las esclusas que cierran el Oosterschelde. Otras son igual de importantes. Aunque menos eyaculadoras. Esta, que no se ve ni se adivina, es el cierre del Mar de Grevelingen. Por donde en la tormenta perfecta del año 1953 entro el agua asesina rompiendo diques y vida.
Que no se vea no quiere decir que no exista comunicación entre el mar de dentro y el mar de fuera. Donde el pueblo pesca, los tubos que se abren y cierran según la marea, dejan pasar la vida. No solo peces, si no la colonia de focas que viven a ambos lados del dique que para ellos no existe.
Ahí comienza la competición por las proteínas. Mientras que los proletarios de Rotterdam intentan acumular proteínas gratuitas pescando geep o pez aguja, esos sabrosos peces que nadie compra en la pescadería por sus lunares verdes que la ignorancia equipara con veneno, las focas defienden sin miedo su territorio. Asoman sus cabezas de perro marino pidiendo lo que siempre fue suyo.
No sé si tienen santo al que rezarle para que llegue pronto la ola redentora, pero de momento no se quejan. La limitación del desagüe hace que todo pez entre en el embudo. Solo hay que colocarse estratégicamente a la salida y esperar a las ricas proteínas. ¿Le suena? Vamos, como el capital vampiro que los maltrata en sus pagos.

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