domingo, 24 de junio de 2012

Banderadas



No la busque en el diccionario que no viene. Debería venir. La palabra. Por lo mucho que se usa. La acción de exhibir banderas.
Alguna vez les conté por aquí la filosofía incuestionable del irlandés: de una bandera no se come; sin ella te comen. Tanto que hasta me hice mi bandera particular que hoy ondea bajo la de mi infancia, patria. La que llevo a donde voy. Para que pregunten de donde es. Mía.
El mundo se empeña en sacar la bandera de los otros. Aunque sueñen que es la de ellos. Nadie jamás les ha preguntando si les gusta o les encabrona. Pero la abanean con pasión. Fíjense:
Están los patriotas estos de la pelota. Los que a falta de otro orgasmos mas sabrosos eyaculan cada vez que un bien pagado acierta metiendo el balón entre los palos al grito de “somos mejor que los gabachos”. Xa quixerades! dicen en mi tribu. Siguen queriendo. Desesperan queriendo. Morirán queriendo mientras agitan la enseña del capital.
No crea que en esto los hispanos son únicos. Habas, en todos sitios. Los griegos intentaron sublimar la sodomización del capital europeo agitando bandera y canticos revolucionarios frente a la pérfida nazi. Consideraciones a parte de que tal hembra proviene de la cultura del comunismo de la Alemania Oriental, les falto saber que las alegorías de la perfección siempre suelen vencer. Un día de estos, los vecinos del al lado que con razón no les soportan, sacaran la "vermelha e verde" para que el mercenario blanco les derrote por goleada con el apoyo y jolgorio de los nacionalistas radicales de las tribus galaicas que odian al moro español. Aunque la roja no sea mas que una franquicia vascocatalana con gotas de aquí y allá.
Por el norte de Europa, lo de la bandera, tiene usos más familiares. No crean que no la usan. La sacan cada dos por tres.  Toda casa que se precie tiene una con mástil bien proporcionado. Se la venden lista para el uso en las grandes superficies al módico precio de 14,95  euros “in all”.
Yo también la he sacado. Como todos. Mírenla bien. ¿Observan los libros colgados? Es la costumbre holandesa de sacar bandera, libros y mochilas y dejarla abanear al viento cuando uno de los hijos ha superado con éxito el examen final del bachillerato. Las calles se llenan de banderas, las familias se felicitan, los vecinos acuden. La bandera como símbolo de superación, de esfuerzo, de premio al trabajo que tú has hecho. Tú, no el otro; el de las piernas de oro.
Así le he puesto la bandera a mi princesa. Que se lo trabajado. Aunque no sea la mía. Es la suya: una bandera racional.

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