Andas paseando sin rumbo por las rúas de Paris y lees en
la prensa española que los casullas portantes reivindican sin vergüenza el voto
a los que defienden la vida. La vida. La vida. ¿Usted sabe lo que es eso? ¿Se
refieren a la vida de obispos que se pegan? ¿A la buena vida de los viejos
curas de parroquia? ¿A vivir la vida a cuenta de la vida del prójimo? ¿A mi
vida o a la suya? ¿La vida de los difuntos por la que tanto rezan?
Vamos, que he hecho un lio. Para desliarme me he ido al
Bistrot des Comperes, detrás de la Casa de la Fotografía, 16 Rúe du Charlemagne.
Allí, entre el arcoíris de hierro, se
esconde uno de los buenos bares – y terraza- de París donde se discute con pasión
sobre la política, la necesidad de la huelga general, los resultados del Saint
Germen, las piernas de la vecina, el premio Goncourt, la portada del Lib, la inteligencia
de Serge Haroche, la largura de las jupes de la camarera…. Como vera todo muy
de andar por casa.
La gran diferencia entre Paris, el norte y el sur, es el
colorido de la conversación. Yo me quedo con el modelo parisino. Como el arcoíris:
la pasión a tope con la mente bien fresca
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