En Paris, si usted pertenece como yo a la cofradía de los
voyeurs, debe visitar los museos de fotografía. En plural.
El mundo se empeña en visitar la Maison Europeenne du laPhotographie, ha donde por supuesto hay que ir. Pero hay más. En el jardín de
Las Tuileries, entrando a mano izquierda, hay un edificio que suele pasar
desapercibido. Donde no se ve gente. Excepto en los días soleados en los que
los enterados se tiran a la bartola bajo la sombra de los platanales o en las
imposibles tumbonas de verde acero ortopédico. Allí esta otra opción recomendable:
Jea de Paume. Fotografía e imagen de cuño internacional
Es la dicotomía digital versus analógica. Aun que sea
mentira. La fotografía digital la ha democratizado. Hoy todo el mundo tira
fotos sin ton ni son. El que no tiene cámara tiene teléfono. El mundo se llena
de imágenes. La mayoría son deplorables. Pero es una forma práctica de
descubrir pronto a los habilidosos. La fotografía clásica no permitía esos
dispendios. Cada carrete valía un pastón y se disparaba cuando la pieza estaba
al alcance. Daba una fotografía mas elaborada. Mejor pensada. Mas trabajada. La
búsqueda del momento preciso, el instante de Cartier Bresson.
Lo que hay que ver depende de la exposición (es) que se
exhiban. Las colecciones fijas no son muy amplias ni brillantes. Para eso hay
que dirigirse a los países más nórdicos donde hay centros como los de Amberes, Berlín
o Ámsterdam donde se exponen fotos que se merecen ver. En la Maison, faltaría mas,
puede darse usted de bruces con la fotografía de moda francesa. Es su patria.
Es como contemplar el Vogue colgado de las paredes. ¡Apasionante oiga! No
desista. Un poco mas arriba podrá ver las espléndidas colecciones de fotografía
social de los neederlandicos. 4 horas de camino. 55 euros en el Ave que allí llaman
Thalys. ¿Quién da más?
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